Una de las paradojas de la II GM es que Stalingrado fue
una ciudad que Stalin no pensó defender ni Hitler conquistar. Cataluña se mueve
en esa tembladera paradójica: un nuevo Estatut no estaba en la agenda de los
partidos nacionalistas; la mayoría de la población catalana es ajena a esta
especie de Constitución más o menos soviética que ha pergeñado la clase
política local, y el impulso sostenido al embrollo lo dio Rodríguez Zapatero
por razones que no se ha molestado en explicar, tal como suele.
Los catalanes votan poco. Unos demoscópicos auguran para el 18 de junio una
participación del 51%. ¡Corto me lo fiáis! Y si sobre tan baja participación no
vota sí al menos el 80%, el Estatut no será un modelo de vigor.
Afortunadamente, en España los referendos los gana siempre quien los convoca,
como los de la OTAN o la inservible Constitución Europea, tan poco leída y peor
explicada como el Estatuto. Los miedos cunden tanto en Barcelona que pensaron
en el dislate de prolongar la votación o hacerla en dos días (acabarán
propugnando el voto obligatorio) y Artur Mas cree que la victoria del Barça
propiciará mayor participación popular en una suma voluntarista de peras con
manzanas. ¡Qué tendrá que ver el fútbol con la reglamentación de la vida de los
ciudadanos!
Sólo a los nervios es achacable el lema del PSC aludiendo a las supuestas maldades del PP. Inventan la propaganda negativa y alzapriman el poder del adversario. Otra maragallada. El mejor victimismo franquista campea de nuevo y criticar el Estatut es atacar a Cataluña, o a la Caixa, o a Banca Catalana o a Gas Natural: reflejos de la anti España, de la conjura judeo-masónica, del rencor universal contra la patria unida y próspera. Mientras la Generalitat enumera los envasados con productos no catalanes sacarán a pasear el boicot al comercio autonómico cuando allí los bodegueros son tan cucos que venden cava a granel que embotellan en Extremadura o La Rioja para incautos boicoteadores. Los españoles no boicoetean ni al Barça, como se acaba de demostrar.
Viene muy a cuento el discurso de José Ortega y Gasset en las Cortes republicanas constituyentes de 1931: «Yo sostengo que el problema catalán, como todos los parejos a él, que han existido y existen en otras naciones, es un problema que no se puede resolver, que sólo se pueden conllevar, y al decir esto, conste que significo con ello, no sólo que los demás españoles tenemos que conllevarnos con los catalanes, sino que los catalanes también tienen que conllevarse con los demás españoles». Seguimos en las mismas.
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