25/5/06

El sexismo de la cursilería (27-5-2006)

Hace unos días, en el quiosco, un conocido al que tenía por bisexual me presentó a su marido. Aun no siendo nada homófobo, di en confundirme y no sabía qué mano de esposa besar, olvidando incluso que a las damas no se las besa la mano en descampado. Debía estar acostumbrado. He tenido cenas memorables con parejas homosexuales que reproducían las mimbres del matrimonio convencional, pero en clave progresista.El que abiertamente representaba un papel masculino cocinaba y servía, y la aparente esposa no se movía ni para retirar los platos. Mi esposa (mujer) quería ilustrarme sobre el apoyo doméstico masculino y yo la daba patadas por debajo de la mesa, temiendo un desaguisado social. Acabada la velada la señora (un pintor) me regaló un cuadro de buen tamaño con un gran pene en flacidez pintado con el hiperrealismo de Antonio López. «¡Qué bonito!», exclamé. El contradios del matrimonio homosexual exige una guía Michelín para circular en sociedad porque las parejas de un mismo sexo pueden espejearse en las heterosexuales o alterarse los papeles en sí mismas, los transexuales y los travestis pueden barajar sus roles hasta el infinito, y además no los podemos calibrar por su carné de identidad. El caos de los sexos nos pilla a algunos con las solas lecturas de El segundo sexo de Simone de Beauvoir, y La función del orgasmo de Willian Reich, revolucionarias en sus tiempos y hoy pasto para ursulinas. Lo que temo es que la libre circulación de los afectos sea sobreprotegida, como si fuera una especie en extinción, y se caiga en la terrible cursilería progresista como la de las cómicas con una rosa blanca.

El diputado socialista que quiere proteger a los grandes simios (noble causa) pide ahora un teléfono contra todo tipo de violencia, incluida la psicológica, atendido por policías homosexuales, bisexuales, lesbianas, travestis o transexuales. El catálogo completo, y sírvase usted mismo. Yo creía que si te estaban zurrando bastaba llamar al 112 aunque fueras frígido o castrati, pero hasta aquí llega el sobreprotectorado del género. (Por cierto: ¿qué es género?). Cuando queremos igualar al hombre con la mujer, abrimos espacios acotados para los que mantienen sexualidades distintas. ¿Es que un policía viril o una policía femenina no van a entender que un ser humano está siendo agredido? ¿O es que el teléfono progresista aspira a consultorio sentimental, nacional y gratuito? ¿Levantaremos casas de acogida para aliviar las trifulcas de las parejas diferentes? Sin llegar a la cama redonda, ¿no sería mejor unificarnos ante los servicios de la Ley? Al quiosco no vuelvo si no es con la lección bien aprendida.

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