El presidente argentino,
Raúl Ricardo Alfonsín, conversó telefónicamente durante 10 minutos, en la noche
del lunes, con el presidente de EE UU, Ronald Reagan, a quien le expuso la
postura de su Gobierno ante la ampliación británica de su zona de exclusión
económica en torno a las Malvinas. "La ofensiva diplomática", le dijo
Alfonsín, "será la única ofensiva que desarrollaremos". El
presidente, que conversó acompañado del canciller, Dante Caputo, solicitó
"apoyo y comprensión" de EE UU en este contencioso.
Según fuentes oficiales de
la Casa Rosada (sede del Gobierno), el presidente Reagan se mostró complacido
por esta aseveración y afirmó a su homólogo argentino que su Administración
desconocía de antemano la iniciativa británica.Previamente a esta conversación,
Alfonsín confirmó su viaje privado a Estados Unidos, que comenzará el 16 del
corriente mes, para dictar una conferencia en Boston y varias en universidades
de la costa oeste. La cancillería argentina trabaja intensamente por lograr una
entrevista entre los dos mandatarios.
La próxima convocatoria del
Consejo de la OEA (Organización de Estados Americanos) es consuelo para hoy y
duelos y quebrantos para mañana, dada la absoluta inoperancia y desprestigio de
la institución, foro político ya desdeñado incluso por su auspiciador y
controlador: EE UU. Ante el hecho
cumplido británico,
reedición diplomática de la política de la cañonera, Argentina alberga frágiles
esperanzas en llevar sus razones y sus derechos al ánimo de los socios
comunitarios del Reino Unido
Jorge Sábato, secretario de
Estado para Asuntos Exteriores se encuentra en Europa en una gira por Francia,
Italia, Holanda, Bélgica, República Federal de Alemania y España. También
visitará la Confederación Helvética, representante de los intereses británicos
en Argentina. Como emisario especial del presidente Alfonsín intentará explicar
la desmesura de que el Reino Unido pretenda ser Estado ribereño de otro en el
Atlántico sur.
Toda la preocupación
argentina reside ahora en mantener su recuperada imagen de nación democrática,
pacífica, para nada agresora, y de recabar también algún apoyo, por mínimo que
resulte, de Estados Unidos. Dejadas felizmente atrás las baladronadas de los
militares en el poder, el Gobierno argentino mantiene su rabia, su impotencia,
pero también su calma.
La guardia de infantería
cortó enérgicamente desde su raíz algunos pequeños brotes de manifestaciones agresivas
contra entidades relacionadas con el Reino Unido, otorgándolas protección
permanente. Los corresponsales británicos realizan sus trabajos en paz, el
Banco de Londres atiende a sus clientes y los colegios ingleses reciben a sus
pupilos.
Los convenios pesqueros con
la URSS y Bulgaria han sido ratificados por ambas Cámaras. Pero la decisión
británica los convierte en papel mojado. El presidente Alfonsín lo ha dicho
amargamente: "Nosotros no hemos traído ningún pesquero al mar Argentino.
Ya estaban aquí faenando sin control. Sólo queremos explotar racionalmente
nuestros recursos en nuestros mares, jamás discutidos, y hacerlo con seriedad y
sin dañar a nadie".
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