La sociedad argentina tuvo
miedo en 1983 a un triunfo global del peronismo. Se tenía memoria histórica de
que el peronismo había engendrado una guerra civil entre sus dos alas extremas
y que, indirectamente, había propiciado la barbaridad del golpe militar de
marzo de 1976. Esa fue la clave de la inesperada derrota peronista en el año de
la recuperación de la democracia, firmemente apoyada por la sociedad. Al éxito
radical ayudó muchísimo la presentación como candidato a la gobernación de
Buenos A¡ res de un ganster llamado Herminio Iglesias, hijo de orensanos, que
logró entonces su candidatura desplazando a todos los demás a punta de
pistola.El peronismo ha tenido tiempo para recapacitar y para excluir de su
seno a delicuentes comunes como Iglesias. que, ahora, al frente de su nuevo
partido,Agrupación 17 de octubre, se
dedica. a vender parcelas en los desiertos del noroeste al 300% de su. valor
real.
Pero el peronismo renovadorrepresentado por
Antonio Cafiero sólo ha renovado su imagen y poco aporta al panorama político
argentino. El peronismo, nuevamente en marcha, deberá responder de su
multidivisión interna y deberá convencer al país -por la votación del domingo
acaso ya lo ha hecho- de que ha superado su propia guerra civil.
En materia económica, los renovadores del peronismo no han ofrecido ninguna
alternativa al Plan Austral fuera de la crítica generalizada al
pago de los intereses de la deuda externa. El peronismo carece de programa
económico capaz de superar los techos de la deuda externa, de la caída de los
precios agropecuarios, del proteccionismo estadounidense y del mercado común
sobre carnes y granos, así como la decisión de Mijail Gorbachov de que la URSS
sea autárquica en materia alimenticia.
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