17/9/07

Del matrimonio McCann (17-9-2007)

Acertó Bram Stoker retratando la belleza lóbrega de los vampiros, a la postre ángeles caídos de gran belleza antes que la imaginería populachera les aditara cuernos y rabos como en el demonio del parque del Retiro madrileño. Se equivocaba Mary Shelley fabricando el monstruo deforme del Doctor Frankenstein. Y es que una perfección irradiante aumenta siempre la circunvalación del horror. Los McCann son lo más parecido a la perfección: él, joven médico cardiólogo; ella, médico también, anestesista a media jornada para cuidar a la prole y anoréxica que quizás con dos tallas más pasaría por una top model de vacaciones vistiendo siempre de manera informal pero con gusto. Inquieta la obstinada mirada azul grisáceo, como dos piedras de obsidiana ajenos a una lágrima.

Dos profesionales pertenecientes a la middle class británica que sobrevivió a la señora Thatcher y con un futuro de tranquilidad segado en el Algarve. Cientos de niños desaparecen en la Europa rica y los medios de comunicación sólo parpadean unos pocos días ante cada noticia por su desaparición. Probablemente sus padres son una ama de casa fondona y un alcohólico en el paro. Eso no tiene ningún morbo, pero los tabloides ingleses y la prensa portuguesa se han cebado con los McCann a una orgía de suposiciones y sobreentendidos. Un psicólogo español que sólo conoce el caso por los periódicos, asegura muy suelto de cuerpo que Kate McCann domina a su marido y que de sus ojos fotografiados o filmados se infiere que es una depresiva que ingiere psicofármacos habitualmente.

Por el momento, de lo que son responsables Gerry y Kate es de haber manejado irresponsablemente a todos los medios de comunicación, aunque en su caso es pecado venial por ignorancia. Pero mientras no haya cadáver de la pobre Maddie, la niña del ojo signado como si fuera la criatura de una secta, el linchamiento sobre los padres debería cesar. La policía portuguesa en estrecho contacto con Scotland Yard no es deficiente, aunque quizás sea demasiado lenta y aún no han logrado una sola prueba fehaciente. Hay cabellos de Madeleine en el maletero del coche alquilado pero Kate lleva meses contaminando todos los escenarios posibles agarrada al oso de peluche. Se han equivocado hasta los perros, y lo único seguro es que esta familia quedará marcada de por vida por haber sido jóvenes, guapos, felices y hasta medio ricos.

¿Por qué será que nunca desaparecen los niños de las clases más altas y económicamente poderosas? Menos mal que los medios españoles se han comportado con bastante decencia.

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