3/9/07

Que no cunda el pánico (3-9-2007)

Me levanto y antes de sorber el primer café leo que Pedro Solbes pide a cinco columnas y en página impar calma a los ciudadanos, y añade que aún pesa un riesgo potencial derivado de la crisis económica generalizada. Me arrojo escaleras abajo para calmar a mis convecinos y transeúntes, en una actitud políticamente correcta, hasta que me redujeron con una llave de judo unos cuantos calmados o que no habían leído los periódicos. Mi psiquiatra me explica que no se debe gritar ¡fuego! en un cine o teatro o en un buque ya zarpado. Solbes no pidió calma cuando sustituyó al desastre socialista Carlos Solchaga que tenía por imposible nuestro ingreso en el euro, aunque ahora nos aterra avisando que sale humo del escenario o la contracubierta.

El curso político no lo ha iniciado Zapatero si no el lehendakari Ibarretxe, anunciando su determinación de llamar a los vascos a referéndum antes de un año. El PNV va mal y parece inevitable que vaya a peor pese a su presidente Imaz. La vicepresidenta le contesta taurinamente que lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible; el aludido se mueve como uno de esos recortados ante los toros. No se puede preguntar a los vascos si quieren o no ser españoles, como no se les puede preguntar si quieren seguir perteneciendo al hemisferio occidental. Felipe González cuando presidía el gobierno dijo aquello de que en un fantasmal referéndum de autodeterminación podía darse que una mayoría de vascos quisiera vivir en España y una mayoría de españoles votarían por concederle la independencia a esos vascos cimarrones y desplegar alambradas en el desfiladero de Pancorbo.

La Constitución da para todo, hasta para derrocar a los Borbones e instaurar la Tercera, para que los gallegos se integren como nación asociada a Portugal o que el País Vasco ocupe Navarra como la Austria de los nazis. Pero no se puede, a menos que previamente destruyamos el Estado para regresar a Atapuerca, hacer un referéndum en una de las partes que conforman un todo. Eso no lo hacen ni los helvéticos, tan dados a votar hasta por el cambio de un semáforo. Lo que no calma y hace cundir el pánico es que estas cosas se planteen en una siesta nacional y que tan mal valorado resulte Mariano Rajoy cuando plantea la vigencia de España en este comienzo de curso. El Estado español no puede ser más ninguneado ante la indiferencia general, empezando por el propio Gobierno. Ortega en Cortes constituyentes predijo que el problema catalán no tendría solución. Hoy, ante el conflicto vasco, que es de lealtades desatendidas, gritaría ¡fuego! Algunos quieren ser Katanga o Biafra. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario