En la 41ª sesión de la vista del juicio por el intento de golpe de
Estado del 23 de febrero terminó la defensa del teniente coronel Tejero, a cargo
de su abogado, Angel López Montero, y su codefensor militar, teniente general
Juan José de Orozco. Ambos pidieron la libre absolución de su defendido, y
López Montero afirmó que el vídeo de televisión grabado durante el asalto al
Congreso carecer de valor jurídico. Después hicieron sus informes el letrado
Pedro Martín Fernández y general Juan Vallespín, defensor y codefensor del
teniente, coronel Pedro Mas, ayudante del general Milans. El general Vallespín
hizo un fuerte ataque a la Prensa, y sostuvo, refiriéndose a la publicidad de
los hechos, que no todo lo que se ve y se oye es cierto. En la última parte
comenzó la defensa del comandante del CESID José Luis Coirtina, a cargo del
abogado García Villalonga.
Raoul Salan y Mac Arthur
pueblan los sueños de algunos defensores civiles y militares en Campamento. El
primero, el general más condecorado (y más derrotado) del Ejército francés, en
posesión de la rara y estimada habilidad de perder las guerras seis meses después
de abandonar el mando, cabeza visible de la sublevación militar argelina contra
De Gaulle; el segundo, genial estratega del Pacífico durante la segunda guerra
mundial y después como virrey del Japón, y muy probablemente el
militar estadounidense que más se aproximó -si acaso no la llegó a cruzar- a la
raya de la desobediencia al poder civil. Este es el santoral castrense (el
extranjero) de Campamento. Varias veces fueron ayer citadas sus frases y sus
actos por los abogados defensores.López Montero puso fin en la mañana a un
desordenado y caco fónico alegato sobre su defendido, teniente coronel Tejero.
Insistió en el mandato regio y en el axioma de que para poder mandar hay que
saber obedecer. Abundó en la tesis de que su defendido era un mero teniente
coronel operativo, un mero receptor de órdenes, el cumplidor de un servicio más
de los que suele prestar la Guardia Civil, consistente en este caso en la retención, nada más que la retención, de los señores diputados hasta la
llegada de El Elefante. Y trajo a colación al César americano
:"Nosotros obedecemos siempre, pero si este país ha de sobrevivir-será
gracias a un puñado de soldados". Ni siquiera es una cita spengleriana.
Mac Arthur antes que soldado era un director de escena con proclividades
literarias. Durante la segunda Guerra Mundial un periodista desinformado
preguntó a Eisenhower si conocía al otro genaralísimo del Pacífico. Contestó:
"Sí, estudié cinco años con él arte dramático" (por ese período había
sido su ayudante). Al menos Cabeza Calahorra se tomó la molestia y la elegancia
de anonadar a la Sala con citas clásicas.
Continuó el letrado con un
interminable diseño jurídico de la figura del estado de necesidad. Para
terminar leyendo un resumen de lo que las defensas políticas procuraban desde
el comienzo (prueba repetidamente denegada por tenerla como innecesaria): desde
la muerte de Franco acá estadísticas de robos, atracos, violencias contra las
personas, evasión de divisas, paro real y encubierto, atentados terroristas
contra los individuos y los bienes, procedimientos vistos en las Magistraturas
de Trabajo, pesqueros apresados, camiones quemados allende las fronteras,...,
el horror de los horrores; olvidó la reciente sequía y a la RENFE, que ha
tenido un año malo. Hasta el más lerdo entenderá que todos los males que
soporta esta sociedad desde finales de 1.975 se deben a las libertades
parlamentarias instauradas en el país.
Por lo demás, citas
repetidas del honorable Tarradellas sobre los malos pasos en los que anda la.
patria, ataques a Euskadi ("España no puede capitular ante los
vascos", palabras de Sánchez Albornoz) y una ringlera de extrapolaciones
sobre discursos de generales vivos y con mando, frases condenatorias del
terrorismo, sacadas de contexto y destinadas a impresionar a los oficiales
generales que se sientan en este Tribunal ("¡Escuchad lo que piensan
vuestros conmilitones!"). Alguna cita más de Salan -que nunca se ha visto
en otra- y la traca final con voz tronante y quebrada por la emoción: "Por
encargo expreso (te mi defendido, teniente coronel Tejero, quiero pedir al
Tribunal que si se acepta en sus exactos términos el pacto del capó, se cumpla con
rigor el orden de su redacción y se considere a Tejero como el único responsable
respecto a los hombres que condujo hasta el Congreso".
Tomó la palabra el tenienre
general Orozco, defensor militar de Tejero. Tenido por vehemente, y -lo peor-
luciendo en la pechera una iridiscente Cruz Laureada de San Fernando y en la
manga derecha toda una escalera interirninable de galoncillos por heridas en
campaña. Tampoco estuvo mal. Acaso un poco truculento cuando recordó el amor de
Tejero por sus guardias, de quienes sabía de la esposa enferma o del hijo por
venir. Trajo a colación la anécdota, cierta, que retrata a Tejero: ante el
cadáver destrozado por una explosión de un guardia a sus órdenes, se inclina
sobre el féretro, besa la cara del asesinado y retira sus labios tintos en
sangre "de mártir". Otros testigos, oficiales de la Guardia Civil,
dan fe de escenas como ésta, que llegaban a revolverles el estómago.
Más citas de Mac Arthur:
"Ejercemos antes la lealtad a los que ostentan transitoriamente el mando
político que a la patria y a nuestra Constitución". Y escarbamiento en el
énfasis que los golpistas y Tejero en particular pusieron en que la toma del
Congreso (o cordial retención de los diputados) fuera incruenta. El general
Orozco ha llegado hasta conmovernos recordándonos que cuando Tejero se ve
obligado -ante la posibilidad de que los padres de la patria hicieran alguna
barbaridad- a ordenar disparar en el hemiciclo, lo hizo con displacer. La Sala
entendió que Tejero, entonces, no experimentó signos externos de satisfacción
física cuando le dio al gatillo. Siempre es un atenuante. De cuándo Tejero, al
parpadear las luces del Congreso, manda traer luces de fortuna y coloca
guardias de puertas en la sala de sesiones con la orden de disparar al cuerpo
si se sienten rozados, ya nadie se acuerda.
Intervino a continuación el
letrado Martín Fernández (que ya intervino en la defensa del general Sanjurjo),
amable vejete con tirolés y descapotable. Levantó las risas de la Sala.
Tremendos elogios previos al Tribunal. Experto en consejos de guerra, se le
notan las tablas y la fragilidad de la memoria: "Aquellos consejos de
guerra (por los franquistas) merecieron el respeto del mundo entero y hasta los
periódicos rusos se hacían lenguas de ellos". "Los partidos y la
Prensa están, pidiendo prudencia a este Tribunal ¿Por qué? Este Tribunal no necesita
tales consejos". "Se ha cambiado la denominación de la patria por la
del país, con lo que los patriotas ahora serán sólo paisanos"."Calvo
Sotelo ha continuado la labor iniciada el 23 de Febrero, por cuanto estos
caballeros ahora juzgados se adelantaron a la acción posterior del
Gobierno". "¿Qué observan aquí los observadores de los partidos"
(es llamado al orden por el presidente en funciones). Alegorías sobre camiones
de harina que arrollan cortejos fúnebres, lamentos sobre la muerte de Franco,
con la que comienzan las desgracias de la nación, y alusiones a la nave de la
patria que se hunde. Risas y bromas (siempre de agradecer) sobre este titular
del bufete madrileño que más dinero ha ganado defendiendo a izas, rabizas y
colipoterras injustamente perseguidas por la moralina del régimen anterior.
Este letrado, que al menos cae simpático, se ignora como justificará su minuta
ante el teniente coronel Pedro Mas, su defendido. Este tenía una no mala
defensa: como ayudante de Milans hacía lo que le mandaban en un cargo que exige
particular devoción y discrección para con el que manda. Pues lo ha hecho
polvo.
El general Vallespín,
codefensor de Mas, arrasó contra los pretendidos abusos (le la libertad de
expresión. La intervención más de salida de pata de banco escuchada en esta
Sala por un militar. "Si viviéramos en la Edad Media ya se escucharía a
los carpinteros construir el cadalso". "La democracia de la que se
han apoderado los medios informativos, que hablan de golpe militar en Polonia para
dejar bien a los comunistas y seguir su campaña contra los militares, contra
los generales y en definitiva contra los que hoy están sentados en el
banquillo". Todo de este tenor. Algunos oficiales, con toda discreción,
dejaron la Sala y expresaron su malhumor (esto desune al país y al Ejército) en
el patio de armas del Servicio Geográfico.
Rogelio Villalonga, defensor
del comandante Cortina (el jefe de la inteligencia militar que supuestamente
contacta al general Armada con Tejero) cerró la jornada con una intervención descabalada
que acaso pueda hoy enmendar (continua). Ayer deambulaba por Campamento
alicaído, por cuanto cumplía aniversario la muerte de un hijo de corta edad. Su
defensa es la más fácil. Hasta el más lego sabe que en Campamento nada ha sido
probado contra el comandante Corfina, excepción hecha de la inculpación de otro
encausado (Tejero), lo que según jurisprudencia carece de valor jurídico. Una
defensa plana, suave, de tono menor, era lo adecuado. Pues no; contradiciéndose
a sí mismo -recordó acertadamente que es el fiscal quien tiene que probar la
culpa y no el abogado la inocencia- se ha metido en un terreno de minas
descriptivo del piso de su patrocinado (para demostrar que Tejero miente) o
inculpatorio para quienes atacan a su cliente: "Quien tiene dinero para
comprar autobuses, ¿no lo va tener para adquirir unos radioteléfonos?".
Hoy nos dará la clave de su defensa. Ayer hemos tenido los coletazos, en
ocasiones rabiosos, de unos abogados que parecen serlo más del golpe que de los
golpistas, que centraron todo su interés en que el juicio no se llegara a
celebrar y que viéndolo ya en sus postrimerías se saben en el cabo de la
cuerda. Esto se acaba, y cuando no hay más cuerda hay que saber caer.
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