La vista del juicio por el
intento golpista del 23-F se reanudó ayer con la intervención de los defensores
de tres tenientes de la Guardia Civil procesados. La sesión 46ª tuvo el
denominador común de los letrados haciendo hincapié en la necesidad de que se
aplique el llamado "pacto del capó", e insistiendo en la injusticia
que se comete procesando a sus defendidos, los tenientes de la Guardia Civil,
mientras los tenientes de la División Acorazada no fueron inculpados. Uno de
los abogados defensores de los procesados, en su intervención de ayer ante el
Tribunal, llegó a invocar como precedentes de ese pacto, las rendiciones de
Bailén y Breda, para pedir la absolución de su patrocinado. Sin embargo la
noticia del día en el Servicio Geográfico del Ejército no estuvo en la sala,
sino en los pasillos, donde se daba por hecho que el abogado Alfredo Nieto,
defensor del teniente de la Guardia Civil Santiago Vecino, no llegará a
intervenir, al haber renunciado el procesado a su abogado defensor.
A este paso las sentencias
pueden, con prudencia política, no sólo retrasarse hasta pasado el día de las
Fuerzas Armadas (30 de mayo), sino hasta pasado el 18 de julio, si se empeñan
el presidente en funciones de este Tribunal y el resto de las defensas. Ayer
sólo intervinieron (con amplios descansos y cierre de las sesiones antes de la
hora habitual) los letrados de tres tenientes de la Guardia Civil: Julio Ortiz
(teniente Izquierdo), Salva Paradela (teniente Alvarez Fernández) y Hernández
Griñó (tenierite Ramos Rueda). Vuelta a la tuerca de la obediencia debida y,
por si no estuviéramos bastante cansados, insistencia en que, además, había que
dar el golpe por estado de
necesidad.
De estas defensas bifrontes
resulta que, por una parte, cada defendido no ha hecho nada, por cuanto nada
sabía, y se limitó, durante los hechos, a obedecer órdenes superiores; por la
otra. zona defensiva, resulta que el procesado lo sabía todo e hizo muy bien en
rebelarse, dada la postración en la que se encontraba la patria. Dos caminos
que acaban cruzándose en la necesidad de otorgar una medalla a los ocupantes de
este cómodo banquillo.
La noticia ayer no residió
en los informes de los abogados citados, sino en la renuncia que el teniente
Vecino (también de la Benemérita) ha hecho de su abogado Nieto Funcia, quien
debería intervenir hoy. Es una cuestión menor, pero que revela los nervios
finales de este proceso y la trama por la que patean algunas defensas. Nieto
Funcia es un letrado mayor y de aspecto venerable, ligado antes de la guerra
civil a la CEDA, ausente de las conspiraciones y compadreos legales del patio
de Campamento. Notablemente silencioso en las fases anteriores del proceso,
hubo división de opiniones sobre su figura: quienes le tenían por pacato, y
quienes estimaban que la suya -por callada- era una de las más inteligentes
defensas de la causa.
Nieto Funcia ha demostrado,
finalmente, que su silencio procesal nada tenía de banalidad y sí mucho de
intención; ha hecho una defensa tan átona como impecable, finalmente rechazada
por su defendido (un teniente que, tal como están las cosas, poco tiene que
perder; saldrá bien librado y conservando el uniforme) para mayor engordamiento
de las defensas políticas. Rechazado Nieto Funcia, parece -hoy lo sabremos con
certeza- que el teniente jurídico del Aire Hernández Griñó se encargará de su
defensa. Imbuido del proceso como está, no será necesario un retraso procesal.
¿Qué ha pasado? Pues que al
teniente Vecino le han tentado las brujas de Macbeth. No cabe otra explicación.
Su letrado lleva su honradez profesional hasta el extremo de declarar que no
había mostrado su alegato final a su defendido (harto improbable) y que lo
había intercambiado con el de Pardo Zaldea, otro letrado de esta causa. El caso
es que su alegato, profesional, serio, documentado, erudito, en la línea de la
obediencia debida a Tejero (que es quien embarca a la mayoría de los guardias civiles)
y de la nulidad en derecho y en historia de la pamema de la orden real y en le
reconocimiento de que el asalto al Congreso fue un delito de rebelión militar,
ha sido considerado como impresentable por su defendido, obviamente aconsejado
por Adolfo de Miguel, jefe de filas de los abogados políticos.
Habrá que sentirlo por el
teniente Vecino: su abogado, Nieto Funcia, le había preparado una defensa
impecable, en la que no sólo solicitaba su absolución, sino hasta -y esto es un
exceso del letrado- que su acción en el Congreso figurara en su hoja de servicios
como mención honrosa. Pero el reconocimiento del delito de rebelión militar y
la obediencia debida (que los demás han pastoreado hacia el Rey) dirigida hacia
Tejero han hecho reaccionar al sindicato de las togas políticas, que han
presionado al teniente Vecino para que cambie de defensor. Hoy veremos lo que
ocurre. Nieto Funcia acudirá puntualmente a las diez, dispuesto a atender a su
cliente y al Tribunak A lo. que no accede -y ello le honra- es a leer su
alegato con las correcciones y las tachaduras que pretenden imponerle no ya su
defendido, sino algunos compañeros de la barra de defensores.
Por lo demás, ayer fue el
día de los defensores truculentos: en más de dos meses nos han anodadado con
interrogatorios, voces y tonos casi de ultratumba. Julio Ortiz insiste en la
orden que su defendido acata del Rey, agravio comparativo a cuenta del pacto del capó y suposición de que todos los
españoles son iguales ante la ley, menos los guardias civiles (el presidente le
llama al orden). Y alusiones sobre el porvenir del honor militar, tras la
resolución de lo que denominó timo
del capó. En verdad, auténtico timo, que aún se nos pretende endosar. Como
si aquel papel mojado, firmado por jefes y oficiales hoy encausados, con el
único propósito de acabar con bien la pesadilla de Tejero y bajo la amenaza de
las armas, pudiera tener algún valor. Se aduce que tal papela tiene un valor
moral y que se recaba del honor militar. Demasiados rangos del espíritu para
soldados perdidos que mancillaron su uniforme, a la vista de sus conciudadanos
y de las cámaras de televisión.
Salva Paradela empezó con la
historia de que su defendido fue a cumplir un servicio de protección al Rey,
supuestamente amenazado en aquella sesión de investidura (a la que ni asistía
ni tenía por qué asistir) como lo había sido en la Casa de Juntas de Guernica.
Este letrado parte del supuesto de que su defendido es tonto. Tras tan tremendo
esfuerzo intelectual, el letrado nos hizo recapacitar sobre la tremenda campaña
de calumnias levantada contra los caballeros del tricornio, sin precedentes
desde que el Duque de Ahumada fundara la Guardia Civil. Sus propios compadres
de defensa escapaban aburridos de la sala. Uno, y de los más significados,
comentaba: "En esta vida se puede ser todo, menos pesado". Pues eso.
Hernández Griñó es el
teniente de complemento, jovencísimo, inmaculado, que pretende ser más militar
que nadie y nos obsequia con unos taconazos casi explosivos. Debe desconocer
que el Ejército de la República Federa. de Alemania han obligado a los jurídicos
militares a usar tacones de goma para rebajar militarismo. Hubiera hecho lo que
su defendido si aquel día se lo ordenan. No cabe duda. Que no hay dolo y que,
por tanto, no existe delito. Y una reflexión intelectual que le retrata:
"Ha habido muchas Constituciones en España, pero algunas de ellas han
quedado en meros libros, en mera letra impresa. Hay algo mucho más importante
que los libros, que es la patria. S¡ alguien dijo que detrás de la democracia
sólo hay barbarie, yo diría que detrás de la patria no hay nada". Detrás
de la patria (incluso por delante, por arriba y por debajo) existen millones de
universos individuales y colectivos, escritos o no, superiores al horizonte
mental de quien cifra la exacta medida de la dignidad humana en la buena cadencia
de sus taconazos. Ninguna patria está más allá de la Biblia, La Divina Comedia o El Quijote.
El teniente Griñó prosiguió
abundando en el desmoronamiento de la patria cuando el presidente de la Sala le
llamó la atención Un paisano, de entre el público gritó: "¡Cómo que no
procede...!" El letrado pidió disculpas y el presidente obvió la grosería
procesal de quien se creía en una feria. Por lo demás, las rendiciones de Breda
y Bailén, traídas a cuento del pacto
del capó como precedentes.
Mala cosa. Los que se rindieron en Bailén (de las dos rendiciones, la más
próxima en la historia) acabaron pudriéndose en la isla de Cabrera, infamante y
primer campo de concentración de las guerras modernas).
Hoy puede terminar esta fase
del proceso. Lo que se espera es que el fiscal. pida unos días de reflexión,
que probablemente no use para su réplica, lo que impediría la dúplica de las
defensas. En cualquier caso, más retrasos en este juicio inacabable para evitar
que las sentencias se hagan públicas en la inminente semana de las Fuerzas
Armadas.
¿De que color es el
elefante blanco de Santiago?.- Algunos ciudadanos manifiestan su protesta legítima y razonada ante la
detección por parte del cronista de un proboscídeo sin identificar. Es una de
las verdades ocultas de Campamento y uno de los chistes del patio de armas
elucidado en la cabecera de esta addenda. Se aduce lo siguiente: si existen
pruebas, es obligación del periodista revelar al propietario de la trompa; en
caso contrario, hay que callarse. La historia y hasta la vida del cronista es
más complicada y ofrece caminos intermedios.
El Elefante ha barritado en el juicio y no se
puede decir más. Otros asistentes a la conspiración que Milans presidió en el
piso madrileño de su ayudante están en la Sala. Existen sobre ello confidencias
de quien las puede hacer y convicciones drenadas desde la moral y desde la
lógica. Nadie puede ser tan torpe como para estimar que las responsabilidades
del 23 de febrero se acaban en las dos cortas filas de sillas de acusados. Y
hete aquí, en la hora de las críticas banales al periodismo español, la peor de
sus grietas: ante la medrosidad del Gobierno y de eso que podríamos denominar
como clase dirigente, no nos hemos atrevido los periodistas
a rebuscar en la otra cara de la luna del golpe.
Pero elefante hay. Callarlo
es doloroso cuando casi está en las coplas de ciego. Dar su nombre es cambiar
la silleta de periodista por el banco de acusado. Mal trueque, teniendo en
cuenta que el Elefante era un Naguib, desprestigiado, a
manejar y a durar muy pocos meses al frente de esta pesadilla. Un nombre que
apenas entraría en nuestra historia. Más interesante es el hecho de que los
escoltas de los consejeros togados de este juicio han recibido la orden de
continuar su servicio hasta tres meses después de dictadas las sentencias. Por
si termina de barritar el proboscídeo.
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