Recién elegido a Pedro Sánchez se le tuvo por interino, tras Pérez
Rubalcaba, hombre dotado para el mal
pero de poderosa inteligencia. El nuevo Secretario del PSOE llegaba en un
momento crítico para el partido, con cambio generacional y el embarullado legado de Zapatero. Para
superar esas barreras formó un equipo de comunicación al estilo del primer
Obama y que no ha hecho otra cosa que meterle en cantinfladas. Como nuestra
socialdemocracia es nacional, gobernante y estabilizadora, y no los chicos del
PREU, sus falencias perjudican a todos, y esa foto en Moncloa firmando un papel
junto a Rajoy puede indicar que el joven Sánchez esté afianzándose en su
discutido liderazgo. Desde el aciago ZP
demasiados socialistas tratan al PP con la distancia del leproso, como
si no fuera una fuerza democrática, ofendiendo a los votantes que le han
confiado una mayoría absoluta,
repitiendo ad nauseam que no llegarán con él a ningún acuerdo, y
olvidando que sus camaradas alemanes están muy satisfechos de haberse coaligado
tres veces con la derecha del CDU. Aquí ya nadie mancha a nadie y con el PP o
cualquiera puedes ir del brazo a recibir una herencia. El PP no ha sido
condenado, como otros y tempranamente, por financiación ilícita ni ha
propiciado matar a nadie como algunos que todos recordamos. En sus recientes y
lúcidos ensayos Joaquín Leguina reprocha a los suyos su tendencia al
sectarismo, que conlleva autoconsiderarse moralmente superior a los demás y que conduce a la
perversa dialéctica amigo-enemigo, considerando al adversario incapaz de hacer
nada bueno o provechoso. El liderazgo hay que ejercerlo hacia dentro y Sánchez
debería hacer didactismo con parte de su Ejecutiva y su electorado menguante
explicándoles que nuestra derecha no es el demonio y representa a la mitad del país. El parece
haberlo entendido con la foto de la Moncloa. Pese al terremoto de unos
precipitados sondeos el bipartidismo no ha muerto a manos de unos osados
grumetes.
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