23/2/15

LAS TARDES DEL RITZ (23-2-205)

Para Josep Pla el Palace era para los que querían llegar a ser algo y el Ritz para los que ya lo eran. Algo habrá de cierto en la sentencia cuando el primero es fuente de chascarrillos políticos y periodísticos y el segundo un  manantial de leyendas urbanas. Las tardes bailables del Ritz  inspiraron el  cuplé popularizado por Lilian de Celis y hasta la muerte de Franco las señoras no podían entrar con pantalones, y las atrevidas lo hacían en gabardina con las braguitas debajo, o nada. El origen del veto a actores y toreros lo motivó una gresca entre Ava Gardner y el gran fotógrafo del diario “Arriba”, José Pastor. Este había aprendido a pilotar  en Rusia, sirviendo en la aviación republicana, y era un garañón bien plantado del que se prendó la liberada actriz. Pastor se presentó de improviso en la suite de la dama encontrándola encamada con un botones y la arrastró de los pelos por los pasillos llamándola a los gritos lo que no digan dueñas y  alborotando al hospedaje. El propio Pastor me relató el incidente aunque lo que importa es la leyenda. Antes Luis Miguel Dominguín se vestía y Ava le preguntaba a donde iba: “¿Dónde voy a  ir?  Al bar, a contárselo a los amigos.” A James Stewart le reconocieron y forzó la aduana exhibiendo su cualidad, cierta, de general de las fuerzas aéreas estadounidenses. El Ritz, un hotel por encargo real, pasó de mano en mano y hoy está en venta, aunque las peripecias contables no han mermado su condición de uno de los diez mejores hoteles del mundo. Pero la política erosiona su estilo, y, así, la respetabilísima señora Tania Sánchez, en representación de sí misma, ha dado en sus salones una lección de ética y otra de moral, dando por fenecido “el  régimen del 78”, o sea: la Constitución. Los hoteles envejecen bien, y los comunistas repugnantemente mal. Tania no será leyenda urbana.

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