La sexta jornada de la vista
del juicio contra los 33 procesados por la rebelión militar del 23 de febrero
fue consumida íntegramente en la lectura de los testimonios solicitados por Ramón
Hermosilla, defensor del general Alfonso Armada. Mediante una amplia red de
declaraciones, -entre las que se incluyen las de dos empleadas de hogar de la
familia, las hijas del procesado y amigas de éstas-, la defensa intenta
demostrar que el entonces segundo jefe de Estado Mayor del Ejército no asistió
a ninguna reunión preparatoria del frustrado golde de Estado, como consta en el
escrito de conclusiones del fiscal y como afirman otros procesados en la misma
causa. La vista se desarrolló con normalidad, aunque permanece ausente el
director de Diario 16, al que no le ha sido devuelta su credencial. No se
registraron, por otra parte, incidentes notables de orden público provocados
por la extrema derecha, como venía sucediendo en días pasados. La policía dió
cuenta ayer de la detención del jefe nacional del Frente de la Juventud y otros
ocho miembros de esta organización extremista. El fiscal general del Estado,
José María Gil-Albert, manifestó en Oviedo que no es posible la concesión de un
indulto general a los procesados, por prohibirlo la Constitución.
Ramón Hermosilla, defensor
del general Armada, colocó ayer el clavo de su defensa y empezó a machacar.
Desde las diez de la mañana a las seis de la tarde, con el habitual receso
matinal al filo de las doce y las dos horas para el almuerzo, martilleó
obsesivamente una petición de lecturas sumariales que conducían, una por una, a
lo mismo: la caballerosidad y honradez personal del general Armada, su
comportamiento rigurosamente disciplinado hacia su jefe natural -Gabeiras- en
las jornadas 23 y 24 de febrero del 81, y el asentamiento de coartadas para
hacer indemostrable su supuesta entrevista con Tejero en unas oficinas de la
madrileña calle Juan Gris en los días 19, 20 ó 21 de febrero pasado. De entre
las numerosísimas declaraciones leídas ayer, incluidas las de dos empleadas de
hogar de Armada, destaca el relato del comandante Bonell, siete años ayudante
del general y acompañante de éste en su prímera entrevista con Tejero en el
Congreso secuestrado:-Soy el general Armada.
-Sí, ya le conozco (Tejero).
Ambos entran en el Congreso
y se encierran en uno de los despachitos acristalados. Puede vérseles, pero no
se les escucha. Se advierte que discuten y hablan por teléfono. En una de las
llamadas de Armada sale Tejero y dice a sus hombres: "Nos ofrecen un
avión". El capitán Bobis -encausado- y el comandante Bonell entablan el
siguiente diálogo:
-¿Qué te ha parecido lo
nuestro?.
-Vaya sorpresa nos habéis
dado.
-No habrá sido sorpresa para
el general Armada.
-Tanto como para mí. Yo le
di la noticia cuando estaba reunido con Gabeiras.
-¿Pero no venís de La
Zarzuela?.
-No, venimos del Cuartel
General.
-¡Otra vez Tejero! (Y
volviéndose a los guardias exclama: "¡No vienen de La Zarzuela!").
La defensa de Armada, como
ya queda dicho, se centra, hasta ahora, en buscar coartadas sobre los días en
que Tejero afirma haberse entrevistado con él en las oficinas de la calle Juan
Gris. Tejero cree que fue el 20 de febrero, dudando sobre una fecha más o
menos. Allí, supuestamente, habría recibido de Armada las últimas instrucciones
para el asalto al Congreso. Armada tiene cubiertas todas las horas de esos días
por declaraciones de su mecánico -que sólo llevaba doce días a su servicio y
del que no se puede esperar particular fidelidad personal-, sus dos sirvientas,
una de sus hijas, oficiales y jefes subordinados, el general Vigón que cenó en
su casa, o amigos y amigas de sus hijas que le vieron en su diaria misa
vespertina.
Aún faltan declaraciones que
abunden en su defensa y refuercen su coartada, pero algún abogado de la línea Milans estima que a Armada le falta por
justificar una hora. Aún así, una hora en esos tres posibles días es una marca
de justificación de los pasos dados por un ser humano bastante notable.
De entre las numerosas
petíciones de lectura sumarial solicitadas por esta defensa destaca igualmente
la del general Sáenz de Santamaría: relata el actual Capitán General de
Valladolid que la conducta de Armada en el 23-24 de febrero le ocasionó
desconcierto y perplejidad. Todo ello en función de que se ofrecía a entrar en
el Congreso y plantearle a Tejero un Gobierno provisional presidido por él,
siempre y cuando los parlamentarios lo aceptaran y votaran. Armada recalcó que
la oferta era a título personal, desvinculándola de la persona del Rey, e
insistiendo en que "aquí tiene que haber un sacrificado y ese seré
yo".
Hasta aquí, los elementos de
información judicial son conocidos; se ignoraba una nueva versión en la que
coinciden por lo escuchado ayer multitud de testigos, todos ellos jefes y
oficiales del Cuartel General del Ejército: Armada fue sugerido telefónicamente
para autoproponerse como jefe del Gobierno a un Congreso sujeto a coacción.
Numerosos mandos militares atestiguan de una conversación de Armada con alguíen
a quien el general llamaba "Jaime" y a quien respondía con las
siguientes frases: "Pero eso no es posible. Eso es una barbaridad. Esto es
anticonstitucional. Bueno, lo intentaré, pero tengo que consultar a mis jefes.
Si no están de acuerdo te llamo". A contínuacíón, Armada cuenta a los
presentes que el Capitán General de la III Región Militar, Jaime Milans del
Bosch, le sugiere como salida a la gravísima situación creada en el Congreso
ofrecerse como jefe del Gobierno.
Armada pide un texto
constitucional e insiste en que la pretendída solución le parece una barbaridad.
Después llama a La Zarzuela y a la Junta de Jefes de Estado Mayor -en donde
está Gabeiras- y relata lo que se le ha sugerido. Tras el regreso de Gabeiras
al Cuartel General del Ejército, éste pide quedarse sólo en su despacho, luego
manda que entre Armada, pide su coche dispuesto a acompañar a Armada al
Congreso, lo despide a continuación y Armada sale para ir sólo al Congreso
entre ofrecimientos de generales para acompañarle. Queda claro que La Zarzuela
no acepta que Armada haga tal propuesta a los diputados en nombre de la Corona;
no se sabe hasta qué punto se le autoriza para hacerlo a título personal. En
cualquier caso el general Armada, a partir de aquí, va repitiendo a todo el que
le quiere oir que está hondamente preocupado por la suerte de los secuestrados,
que está dispuesto al sacrificio personal y que sin involucrar al Rey, a título
personal, pero con autorización de sus superiores, intentará encontrar una
solución con Tejero que incluye el avión de Getafe -preparado desde las dos de
la madrugada del 23- y la propuesta a los diputados.
El resto de las
declaraciones leídas a petición de la defensa de Armada constituyen ese
repiqueteo monocorde sobre su excelente reputación personal y profesional, su
acendrada religiosidad, su amor por España y la institución monárquica, con
pequeños detalles ancedóticos que recrean la figura y el entorno del encausado.
Así, cuando terminado el secuestro Suárez le da un gran abrazo, Gutiérrez
Mellado le ignora, Fraga le estrecha la mano secamente y Luis Solana le da las
gracias efusivamente. O cuando el 25 de febrero, al recibir el cese, encuentra
la solidaridad de muchos compañeros de armas ante lo que estiman una injusta
decisión política y Armada los calma anteponiendo
los íntereses de España y la Momarquía y
aludiendo a su deseo de ser designado como jefe de la Artillería. Otro punto a
resaltar de tan larga lectura sobre lo mismo es la continua referencia a un
sargento de la Guardia Civil -nunca identificado- que al llegar el general al
Congreso por primera vez, exclama: "Por fin llega Armada. Le estábamos
esperando desde el principio".
Este turno de defensa de
Armada -que continuará el lunes, hoy no hay sesión- ha sido sólido,
elefantiásico, pesado, machacante. Un punto en la línea del coronel San Martín tomándose del brazo de su jefe, el general Juste -no
procesado-, Armada parece querer graparse a Gabeiras y demostrar que en todo
momento, durante el 23-24 de febrero, fue un subordinado leal y diligente. En
concreto parece demostrado que fue personalmente Armada quien, en ausencia de
Gabeiras, ordenó la retirada a las unidades que habían ocupado Radiotelevisión
Espafíola. Y testigos presenciales de aquellas horas en el Cuartel General del
Ejército respaldan la actitud de Armada: ni el menor auxilio -dicen- a los
golpistas, ninguna, reticencia a las órdenes del mando o atisbo de doblez;
colaboración absoluta con Gabeiras, entonces jefe del Estado Mayor del
Ejército.
En los pasillos de la Sala
se comenta este puzzle
que lentamente comienza a encasillarse. Es un rompecabezas complicado donde los
haya que, se quiera o no, está royendo la imagen de unos militares que tan
encarecidamente aluden al honor de sus armas. Parece no haber salida: o se
miente o no se dice la verdad. Y, entre tanto, se teje lanovela. La conversación telefónica, ante
testigos, de Armada con Jaimerecuerda
en su estructura a la de Milans con Alfonso el domingo 22. Siempre hay alguien al
otro lado del hilo telefónico imposible de verificar más que por la palabra
dada por cada declarante. La entrevista Armada-Tejero-Cortina en Juan Gris
-pieza esencial- que ya se perfila como indemostrable y que va a quedar en un
pulso de lo que dice uno contra lo que afirma otro. En la Operación Galaxia, el teniente coronel Quintero afirmó
haber recibido la visita conspirativa de Tejero y éste -de tan prodigiosa
memoria- niega haberle visto. Ahora se invierte la torna en esta historia,
prolongación de una Galaxia que no acaba.
Y en la novela en la que imperceptiblemente penetra
este proceso adquiere perfiles relevantes el comandante Cortina, jefe de
operaciones especiales de la inteligencia militar y presunto hombre-puente entre Armada, Milans y Tejero.
Cortina: un hombre que desde teniente pertenece a los servicios secretos,
curiosamente identificado con posiciones próximas a la UMD, que despachaba
directamente con Rodríguez Sahagún cuando éste era ministro de Defensa, tenido
por inteligente, silencioso y sinuoso. Dos teorías extraprocesales: o aceleró
el golpe por cuenta de esa trama civil que no se sienta en el banquillo -García
Carrés, a la postre, es tan anecdótico como Tejero- o intentóprovocarlo para desactivarlo, se pilló los dedos
y ahora no puede contar lo que sabe.
El caso es que estamos a las
doce menos cinco de penetrar en un mundo borgiano -tanto de Borges como de los
Borgia-, florentino, donde si Armada no vio a Tejero en Juan Gris, ni llamó a
Milans ante Ibáñez Inglés y Zancada, ni Milans llamó a Armada para sugerírle su
propuesta al Congreso, ni entre los diputados nadie esperaba al elefante, vamos a hacer buena la tesis de Tejero
de que como esto siga así, él tampoco estuvo el 23 de febrero en la Carrera de
San Jerónimo. Ya se corre la voz, entre oficiales que han conocido a Cortina,
de que éste es experto en transformismo, y parece que es verdad. Y para que la
realidad continúe imitando al arte, el general Urrutia -hermano del jefe de
Estado Mayor de Milans en Valencia- es el delegado del ministro Oliart en el
proceso y máximo responsable del aparato extraprocesal. Rocambole acecha.
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