El segundo día de la vista de la causa que se sigue contra los 33
procesados por la rebelión militar del 23 de febrero se consumió en su mayor
parte en la lectura de las declaraciones del teniente coronel Antonio Tejero
ante el juez instructor así como los folios del sumario correspondientes a los
careos a que fue sometido el máximo responsable de la fuerza que tomó por las
armas el Congreso de los Diputados. Del primer día, en que, los otros dos
grandes protagonistas, los generales Milans y Armada, optaron por negarlo todo,
se pasó en la jornada de ayer a un Tejero que lanza implicaciones, yendo mucho
más allá de las 32 compañeros de banquillo. El hombre de la operación Galaxia
deja entrever en sus declaraciones, que recojemos ampliamente, que la operación
distó de ser una charla de café, como fue calificada en su día. El ambiente
externo al Servicio Geográfico del Ejército decayó ayer, en cuanto a
expectación de público, aunque se mantienen los rígidos controles. Se ha
sabido, en otro orden de cosas, que el general Armada se vio sometido, siendo
secretario de la Casa Real, a un careo con el entonces presidente del Gobierno,
Adolfo Suárez, para aclarar sus actividades partidistas. La vista se reanudará
el mañana lunes, en sesiones de mañana y tarde.
Los treinta y dos encausados
-García Carrés continúa ausentese retiran de la sala por una puerta lateral que
comparten con sus abogados y codefiensores. En un lógico intento de
aproximación fiíica a sus familiares casi llegan a mezclarse con las filas de
periodistas. En una de estas pequeñas melées varios informadores pudieron escuchar
un comentario dirigido por el teniente coronel Tejero a otro guardia civil
procesado: "Esto es lo que pasa por no hacer lo que tenía que hacer. Si en
vez de la zancadilla le doy con la pistola en la cara, las cosas habrían sido
de otro modo". Se refería Tejero a los párrafos de su propia declaración
en los que explicaba el incidente en el Congreso en el que, ayudado por otros
guardias., estuvo a punto de derribar al entonces Vicepresidente en fanciones
para la Defensa, teniente general Gutiérrez Mellado.Es un detalle menor y
judicialmente ajeno a la vista, pero que ayuda a desvelar la personalidad de
este oficial vehemente, impulsivo, acaso compulsivo, vivaz, que ayer fue
protagonista de la sesión. El fiscal togado solicitó del Tribunal la lectura de
nuevas declaraciones y careos, entre ellas la lectura íntegra de las cuatro
declaraciones sumariales; de Tejero. En ellas el teniente coronel deviene en
bomba volante incontrolable que va salpicando incardinaciones golpistas a
diestro y siniestro. Estas líneas están escritas con el respeto que se le debe
a toda persona, el encausado incluído, pese a su condena anterior y algunos de
sus actos no ya públicos, sino televisados. Pero la impresión que producen sus
testificaciones es la de un intento kamikaze de llevárselo todo por delante en un
proceso de siembra de sospechas del que nadie se libra.
Algunos socialistas, según
Tejero, estaban en la conspiración y esperaban la consigna ha llegado el elefante para lograr su colaboración. Afirma
que Armada dejó entreverle la colaboración tácita de los generales Aramburu
(director general de la Guardia Civil) y Toquero (jefe de Estado Mayor del
Cuerpo y ahora responsable del gabinete de prensa del Ministerio de Defensa).
Con Aramburu llega a ser cruel; niega haberle amenazado cuando éste intentó
reducirle en el Congreso y, a este respecto, se extiende voluntariamente en una
declaración que muy poco aporta a su defensa: que su pistola estaba
encasquillada y Aramburu no puso excesivo énfasis en disuadirle o reducirle. Un
punto de maldad o de rencor se advierte en su deseo de recordar sumarialmente
presuntos comentarios del general Aramburu contra los propios números de la
Benemérita en un diálogo a la puerta (del Congreso:
-Este hombre os va a matar a
todos.
-Ya nos están matando uno a
uno.
-Pues mejor así.
Tejero parece: un hombre que
aún ante un Tribunal quiere seguir pegando en la cara.
El comandante Cortina, ex
responsable de operaciones especiales en el Centro Superior de Inteligencia de
la Defensa, es otro de los acusados en la declaración de Tejero, como supuesto
hombre-contacto con Armada. Cortina niega sus entrevistas con Tejero o su
vinculación con el general y es, junto con el capitán Gómez Iglesias (también
del CESID) el único que niega con la cabeza las imputaciones que leen los
relatores.
De la conversación entre
Tejero y Milans en el domicilio madrileño del ayudante de este último (teniente
coronel Mas) extrae el jefe de los asaltantes al Congreso la última razon
generalizada de la bondad moral de todos los golpistas: la cantinela insistente
de que el Rey lo quería. En un deslizamiento alegre sobre el te digo que me lo dijeron Tejero detalla afirmaciones de Milans
sobre hipotéticas confidencias de Armada. Que el Rey deseaba un golpe a la turca concitando la voluntad de un reducido
grupo de capitanes generales. Que no había sido posible tal conjunción de
mínimas voluntades y que la Reina optaba por un gobierno de militares y el Rey
por uno de civiles presidido por un militar. Y una frase atribuida a la
Reina."Alfonso, tú eres nuestra única salvación".
Es este un país en que se da
menos el accidentalismo en materia de forma del Estado que la identificación
intuitiva con la procura general del bienestar político. Y es absolutamenmte
obvio que la madrugada del pasado 24 de febrero generó notables y hasta
insólitas adscripciones monárquicas en una sociedad que se sintió protegida de
la barbarie por su Rey. La involucración del Monarca ni más ni menos que en
tentaciones turcas descalifica por los caminos del sentido común a quien lo
diga y a quien le dé pábulo. Y hasta puede acabar resultando útil afirmar una
barbaridad para restablecer la sensatez de los razonamientos, en base a la
filosofía irrebatible atribuida a Rafael el
Gallo de que lo que no puede
ser no puede ser, y además es imposible.
En cualquier caso se va
presentando como patente el cesarismo de los conspiradores. Un cesarismo
trufado de bonapartismo en el que mitad-mitad se cree que con fórmulas castrenses
pueden despejarse las incógnitas de los problemas de la sociedad civil y que
todo es excusable si se consigue colocar al número
uno como telón de fondo.
Así, quienes en la obediencia al Rey se pretenden amparar desprecian el hecho
de que el Rey constitucional no puede ir contra la Constitución que le
consagra. Ni el Rey los amparó en la noche del 23 de febrero, ni su figura, tan
traída y llevada interesadamente por las páginas del sumario, podría en ningún
caso invocarse como exculpación o atenuante.
La larguísima declaración de
Tejero, como una bomba de fragmentación, salpica por doquier. "Sois unos
tíos cojonudos" les dice Tejero a los comisarios Dopico y Ballesteros, que
pululan por los pasillos del Congreso. En verdad que, objetivamente, es
preferible no ser objeto de una declaración del teniente coronel Tejero, ni
para bien ni para mal.
Una suposición, mecanicista
pero sensata, es comentada por medios jurídicos: la firme y monótona decisión
del fiscal togado de solicitar tanta lectura previa en gran parte conocida (y
pese al ambiente que flota en la sala de que el juicio se tramitará con
rapidez) evitará a la hora de los interrogatorios duplicidades farragosas.
Siempre podrá argüirse que de tal tema ya tuvo conocimiento el Tribunal por
declaraciones previas a través de la relatoría. Así las cosas, es lógico
especular con la posibilidad de que el ministerio fiscal cargue la mano de sus
interrogatorios en aquellos aspectos del sumario sobre los que no ha solicitado
lectura.
La declaración del coronel
Ibáñez Inglés, segundo jefe de Estado Mayor de la III Región Militar (bajo el
mando de Milans) ocupó otra buena parte del tiempo de la sesión de ayer. La
figura de este coronel, poseedor familiar o personal de sociedades mercantiles
en cuyos despachos hay sistemas de grabación telefónica incorporados a las
mesas de despacho, no deja de ser enigmática. El mismo reconoce que la presunta
conversación telefónica entre Milans y Armada (de la que el primero quiso tener
por testigos unilaterales al declarante y a Pardo Zancada) no la grabó,
pulsando un botón bajo la mesa del estudio de arquitectos de su hijo, por
respeto a su jefe natural. Sólo hay así constancia con testigos de un lateral de aquella última conversación que
supuestamente dio luz verde al golpe.
Ibáñez Inglés, por sus
propias declaraciones, es un atípico segundo jefe de un Estado Mayor. Su jefe
directo es sistemáticamente marginado hasta el punto de que un jefe militar tan
celoso de sus prerrogativas como Milans se ve obligado en el último momento a pedir
excusas a su jefe de Estado Mayor por no haber puesto en su conocimiento
información vital que poseía en cambio su subordinado. Se vislumbra una
relación personal entre Milans y su segundo del Estado Mayor que no acaba de
explicarse sólo por la teoría aducida de que es estilo de mando en el teniente general el despachar
asuntos de interés sin sacralizar la escalilla.
De la declaración de Ibáñez
Inglés cabe deducir que Milans tenía posibilidades de no decir toda la verdad
al mando supremo en la noche de autos. Brevemente: una Alerta Roja preparada de antemano preveía un
ejercicio táctico para cerrar los accesos a Valencia por el Norte; unaOperación
Turia establecía sistemas de
protección militar dentro de la ciudad. Todo ello anterior al 23 de febrero y
normal en la mecánica preventiva de una Región Militar. Pero cuando el Jefe del
Estado Mayor del Ejército, aquella noche, ordena a todas las Capitanías
Generales laAlerta 2 (acuartelamiento
de tropas dentro del sistema cautelar de laOperación Diana, para casos extremos) Milans parece que
obedece cuando retira su personal Alerta
Roja de la periferia
valenciana. La realidad, ignorada por Gabeiras, es que los tanques de la
división Maestrazgo estan reforzando la Operación
Turia y entrando en la
ciudad.
Milans gana tiempo en esta
confusión, cuida las apariencias de estar siempre obedeciendo órdenes, pero
hasta el Rey se impacienta y le urge por teléfono y por télex para que
acuartele a sus tropas, ante la tardanza obvia en cumplirlas. Aquí se presentan
dudas razonables sobre este príncipe de la milicia. Pues si Milans seguía las
órdenes simplemente, no necesitaba la cautela de dirigir su Capitanía
saltándose la cadena de mando o de trabar dos supuestos tácticos que, unidos a
laAlerta-2, sembraron un
confusionismo en Madrid favorable a los designios del golpe. Por lo demás la
sesión de ayer deparó la novedad de que la defensa rompió levemente su
silencio. Ramón Hermosilla, defensor del general Armada, pidió del Tribunal
lectura de una rectificación en la declaración de Ibáñez Inglés respecto a una
de sus entrevistas leridanas con el general Armada. Era casi obligado, tras dos
sesiones en las que Armada -a quien físicamente se advierte envejecido y
abrumado- ha sido sometido a un vapuleo de declaraciones y careos sumariales,
que su defensa interrumpiera, aún cuando solo fuera simbólicamente, la
arremetida fiscal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario