29/2/84

Contribución al cambio argentino (29-2-1984)

Pos películas contribuyeron en Argentina al holocausto electoral peronista: La república perdida y No habrá más penas ni olvido. La primera es un excelente documental que retrata, en un montaje de cinemateca, la decadencia -siempre descendiendo los peldaños de cada golpe militar- de los últimos 40 años de este maltratado país; la segunda es una cruel y lúcida descripción de la guerra civil peronista, que degeneró en la otra guerra civil, secreta y sucia, entre argentinos contra argentinos.

No habrá más penas ni olvido, proyectada en Madrid en un ciclo selectivo, ha recibido en el Festival Internacional de Cine de Berlín el Oso de Plata, pero en la República Argentina fue sancionada antes de las elecciones de octubre como uno de los elementos que contribuyeron al triunfo radical. De mediana factura fílmica, pero con la excelente contribución del mejor elenco de los actores argentinos, relata un suceso real: el enfrentamiento en un pueblecito bonaerense de la derecha y la izquierda del peronismo; enfrentamiento a muerte, plagado de sangre y de desastres, también de algo de humor porteño y hasta de ternura, pero manteniendo siempre como referencia final el germen cainita del extraño puchero político que sólo supo cocinar el general Juan Domingo Perón.

La película del director Héctor Olívera se basa fielmente en la novela de Oswaldo Soriano del mismo título. Soriano es un periodista deportivo argentino, redactor de La opinión, de Jacobo Timerman, celebrado por la crítica literaria europea por otra novela: Triste, solitario y final, en la que desarrolla sus extrañas obsesiones literarias y personales entreverando una historia en la que se encuentran el Gordo, el Flaco y el detective Philip Marlowe, de Raymond Chandler. Una noche, Soriano regresó a su casa porteña como cualquier periodista: estragado por los tragos, hastiado de su trabajo, solo y sin la dudosa pero imprescindible ternura de una mujer. Escuchó un ruido en la cocina. Un gato negro había entrado por la ventana abierta olfateando un resto de sopa. "Es el gato negro de Marlowe", se dijo. Se sentó a la máquina, escribió su primera novela de un tirón y, por razones innecesarias de explicar, optó por abandonar Argentina durante el genocidio militar.

Ignorante de otro idioma que no fuera el castellano, desdeñó España para encerrarse en una buhardilla de Bruselas, donde los fonemas no pudieran contaminar su prosa, y escribió, aún en mayor soledad y miseria, No habrá más penas ni olvido: el exacto retrato, ahora llevado al cine y premiado en Berlín, de un peronismo donde encontraron acomodo desde José López Rega, brujo de la Triple A, hasta Mario Firmenich, dirigente de los Montoneros.

Tango gardeliano

No habrá más penas ni olvido es la frase con la que comienza y termina uno de los más sentimentales tangos gardelianos: Mi Buenos Aires querido. Oswaldo Soriano toma la estrofa y, superando las pebetasluminosas como un sol, las quejas del bandoneón, el farolito de la calle en que nació y que fue centinela de sus primeros amores, de las muchachas malevas, traza un retrato del peronismo que había engendrado en su vientre la futura y secreta guerra civil de los argentinos.

Y Soriano es peronista. "Pero yo fui un niño que crecí odiando a Perón". Es la paradoja de muchos hombres y mujeres de este país. La película fue tildada de electoralista y de radical. Pero a la salida de los cines, como tras la lectura de la novela, unos y otros, peronistas y radicales, no tenían otro remedio que admitir que así fueron las cosas. La sangre comenzó dentro del propio peronismo y se extendió como el aceite en una tela. Cuatro meses antes de un oso de plata en Berlín, los argentinos ya habían premiado a esta película con el 52% de sus votos.

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