Pos películas contribuyeron
en Argentina al holocausto electoral peronista: La república perdida y No
habrá más penas ni olvido. La
primera es un excelente documental que retrata, en un montaje de cinemateca, la
decadencia -siempre descendiendo los peldaños de cada golpe militar- de los
últimos 40 años de este maltratado país; la segunda es una cruel y lúcida
descripción de la guerra civil peronista, que degeneró en la otra guerra civil,
secreta y sucia, entre argentinos contra argentinos.
No habrá más penas ni
olvido, proyectada en
Madrid en un ciclo selectivo, ha recibido en el Festival Internacional de Cine
de Berlín el Oso de Plata, pero en la República Argentina fue sancionada antes
de las elecciones de octubre como uno de los elementos que contribuyeron al
triunfo radical. De mediana factura fílmica, pero con la excelente contribución
del mejor elenco de los actores argentinos, relata un suceso real: el
enfrentamiento en un pueblecito bonaerense de la derecha y la izquierda del
peronismo; enfrentamiento a muerte, plagado de sangre y de desastres, también
de algo de humor porteño y hasta de ternura, pero manteniendo siempre como
referencia final el germen cainita del extraño puchero político que sólo supo
cocinar el general Juan Domingo Perón.
La película del director
Héctor Olívera se basa fielmente en la novela de Oswaldo Soriano del mismo
título. Soriano es un periodista deportivo argentino, redactor de La opinión, de Jacobo Timerman, celebrado por la
crítica literaria europea por otra novela: Triste,
solitario y final, en la que
desarrolla sus extrañas obsesiones literarias y personales entreverando una
historia en la que se encuentran el Gordo, el Flaco y el detective Philip Marlowe,
de Raymond Chandler. Una noche, Soriano regresó a su casa porteña como
cualquier periodista: estragado por los tragos, hastiado de su trabajo, solo y
sin la dudosa pero imprescindible ternura de una mujer. Escuchó un ruido en la
cocina. Un gato negro había entrado por la ventana abierta olfateando un resto
de sopa. "Es el gato negro de Marlowe", se dijo. Se sentó a la
máquina, escribió su primera novela de un tirón y, por razones innecesarias de
explicar, optó por abandonar Argentina durante el genocidio militar.
Ignorante de otro idioma que
no fuera el castellano, desdeñó España para encerrarse en una buhardilla de
Bruselas, donde los fonemas no pudieran contaminar su prosa, y escribió, aún en
mayor soledad y miseria, No
habrá más penas ni olvido: el
exacto retrato, ahora llevado al cine y premiado en Berlín, de un peronismo
donde encontraron acomodo desde José López Rega, brujo de la Triple A, hasta
Mario Firmenich, dirigente de los Montoneros.
Tango gardeliano
No habrá más penas ni
olvido es la frase
con la que comienza y termina uno de los más sentimentales tangos gardelianos: Mi Buenos Aires querido. Oswaldo Soriano toma la estrofa y,
superando las pebetasluminosas
como un sol, las quejas del bandoneón, el farolito de la calle en que nació y
que fue centinela de sus primeros amores, de las muchachas malevas, traza un retrato del peronismo que
había engendrado en su vientre la futura y secreta guerra civil de los
argentinos.
Y Soriano es peronista.
"Pero yo fui un niño que crecí odiando a Perón". Es la paradoja de
muchos hombres y mujeres de este país. La película fue tildada de electoralista
y de radical. Pero a la salida de los cines, como tras la lectura de la novela,
unos y otros, peronistas y radicales, no tenían otro remedio que admitir que así
fueron las cosas. La sangre comenzó dentro del propio peronismo y se extendió
como el aceite en una tela. Cuatro meses antes de un oso de plata en Berlín,
los argentinos ya habían premiado a esta película con el 52% de sus votos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario