Por vez primera desde las
elecciones de octubre, el radicalismo argentino convocó a sus simpatizantes en
la calle para disputársela a los peronistas. Hace una semana, el justicialismo
y la CGT (Confederación General del Trabajo) reunieron a no más allí de 1.0.000
personas frente al Congreso de los Diputados para protestar de la ley sindical
que tramita legislativamente el Gobierno. El jueves, cerca de 50.000 personas
movilizadas por los radicales defendieron el proyecto de ley que pretende
democratizar los gremios y marcharon a continuación hasta la plaza de Mayo,
donde, por primera vez, el presidente Raúl Alfonsín salió al balcón tantas
veces utilizado por Perón y se dirigió a la multitud. Para el peronismo, tan
adicto a la simbología, puede ser el principio del fin.
La guerra de las cifras es
importante en la pequeña política argentina y los peronistas son proclives a
evidenciar su preponderancia de antaño mediante las manifestaciones
multitudinarias en las calles. Los radicales, por el contrario, históricamente
tendentes a solucionar los problemas en
comité, siempre desdeñaron
las manifestaciones. El esquema se ha roto, dejando al descubierto todas las
transformaciones sociales ocurridas en los últimos siete años en Argentina.En
pleno verano porteño, con la burguesía refugiada en las playas de Mar del Plata
o Punta del Este, los radicales han quintuplicado una convocatoria popular
sobre los peronistas; y lo que es más importante: columnas de fracciones
peronistas se han sumado al apoyo al Gobierno, que quiere llevar la democracia
a los sindicatos.
No obstante, el evidente
retroceso popular del peronismo debe ser matizado. Muy probablemente el
movimiento quedará fragmentando a cámara lenta durante los próximos años, pero
lo será a causa del rechazo de su actual conducción, carente de credibilidad y
prestigio. Y la manifestación del jueves en Buenos Aires ha tenido tanto de
apoyo a los proyectos reformistas y regeneracionistas del Gobierno como de
repudio a los actuales reyezuelos que ahora dirigen el justicialismo.
Viuda de Perón
El día de su asunción como
presidente de los argentinos, Alfonsín obligó al pueblo a dar la espaldaa la
Casa Rosada al pronunciar su mensaje desde los balcones, del Cabildo, situado
en frente, desde donde se proclamó la independencia. El jueves, tras comprobar
que la multitud frente al Congreso quintuplicaba la manifestación peronista de
siete días antes, Alfonsín dio orden de convocair a las gentes a la plaza de
Mayo y ocupó el balcón de Perón y Eva Duarte. Ante el delirio de la plaza colmada
y con un punto de enfado, recordó que los argentinos han votado y han elegido
libremente legisladores, alcaldes, gobernadores y un presidente: él. Y que
jamás el radicalismo propiciaría unos sindicatos partidarios sino unos gremios
libres donde no quepa el matonismo ni la prepotencia.El regreso de la viuda de
Perón, anunciado para finales de este mes, se da por retrasado hasta marzo,
ante la imposibilidad del justicialismo de organizar una dirección coherente y
respetable para el advenimiento de la señora. El último bastión del peronismo
son sus sindicatos y sus poderosas -financieramente- Obras Sociales (la
Organización Sindical del franquismo). Si la ley sindical de los radicales es
aprobada por el Senado, en 180 días unas elecciones libres y controladas por la
justicia pueden alterar la dirección de sindicatos hasta ahora tradicionalmente
peronistas y en los que, como en el del espectáculo, sólo votaban 85 afiliados
de 9.000.
Por lo demás, han terminado
sus primeras declaraciones los nueve integrantes de las juntas militares
procesadas sin que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas haya dejado
trascender la menor noticia y la cancíllería ha solicitado ya formalmente la
extradición a Brasil de los líderes montoneros Firmenich y Vaca Narvaja,
principales responsables del terrorismo que dio pie a toda la posterior
barbarie militar.
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