3/5/07

‘Las locas de Mayo’ (3-5-2007)

Todo comenzó hace 30 años. El almirante Isaac Rojas, gran gorila macho, bramaba por radio: «Mataremos a los insurgentes y a sus familias, luego lo haremos con sus amigos y, finalmente, fusilaremos a los indiferentes». Restaurada la democracia, el almirante reconoció su error: «Teníamos que haberlos matado en la cancha de River Plate llena de gente, con sandwiches y Coca Cola gratis». No eran buenos tiempos para echarse a la calle y reclamar algo a las Juntas Militares. Cuando llegué a Buenos Aires, lo primero que hice fue ir a la Plaza de Mayo, núcleo histórico y político con la Casa Rosada, el Banco de la Nación, el Cabildo y la Catedral donde yace el héroe de los argentinos, el general José de San Martín.

Las Madres de Mayo giraban alrededor del Obelisco y los jardines con un pañuelo blanco en la cabeza remedo del pañal de los niños. Era muy fácil ganarse su amistad porque intuían que siempre la prensa extranjera era un altavoz, pero también un seguro de vida. Los milicos que violaron todos los derechos del hombre tenían por estas mujeres un temor reverencial. Apelaron primero al descrédito afirmando que eran dementes, las llamaban las locas de la Plaza de Mayo, cuyos hijos se habían fugado al extranjero. Luego pasaron a una segunda fase introduciendo entre ellas al entonces teniente de navío Astiz (que rendiría las islas Georgias del Sur a los ingleses sin disparar un tiro de honor), el mal conocido como Angel Rubio, un muchachote con cara de pan, gran chupador (secuestrador) de la terrible Escuela de Mecánica de la Armada, la Esma, un santuario del horror. Astiz chupó a dos monjas francesas colaboradoras de las Madres, de las que jamás se tuvo noticia.

Hebe de Bonafini, carnicera de profesión en La Plata, sigue hoy siendo una de las cabezas visibles de este movimiento tristemente dividido. Hebe se ha entregado a la política que seguían su hijo y su nuera desaparecidos. Por radicalismo o ignorancia, es una comprensiva amiga de ETA, igual que el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, no sé si cura exclaustrado, enreda para ser mediador entre la banda y el Gobierno español. El caso es que estas mujeres (los hombres se quedaban en casa viendo el fútbol) llevaron adelante el más conocido movimiento de resistencia pacífica ante una brutal opresión desde las huelgas de hambre y las marchas de Gandhi en la India.
Además, ni envejecen ni tampoco se mueren, como poseídas de un hervor reivindicativo. «Con vida los llevaron, con vida los queremos». Continúan haciendo la noria en la Plaza de Mayo aun sabiendo que sus deudos son polvo de osamenta. Hace 30 años.


 

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