27/7/07

En Lesbos (27-7-2007)

En la posguerra civil, los homosexuales eran perseguidos por la Ley de vagos y maleantes aunque fueran espejo de virtudes personales, y las lesbianas no existían, ni se editaba a Kavafis o Safo. Médicos de renombre y hasta con calle en Madrid se hicieron ricos tratando a los hijos de la burguesía con electroshocks o fórmulas magistrales para desarreglos endocrinos.

La ciencia no ha podido establecer aún el código de las tendencias sexuales que son como una lotería de feromonas, y el infierno de aquellos hombres y mujeres fue el que se les tuviera como enfermos sin serlo, considerándolos leprosos sociales como si la homosexualidad fuera contagiosa.

Estuve en Lesbos leyendo los versos sáficos, y en Koos, sentado en las pocas piedras que quedan de la escuela de Medicina de Hipócrates. Fueron menos intolerantes antes de Cristo que nosotros. Camilo José Cela me afilió a su machismo-leninismo (una forma de defensa), pero del horror al abismo de las mujeres que se aman me había curado mucho antes Empar Pineda, filóloga, la única habitante de este país que habla y escribe correctamente español, catalán, euskera y gallego.
La conocí en las cocinas de la Transición cuando era responsable de la Liga Comunista Revolucionaria (trotskista) o de alguna de aquellas siglas que concurrieron en sopa de letras a las primeras elecciones democráticas, encontrando en ella discreción, inteligencia, cultura, refinamiento espiritual. Recomendable amiga para un hombre aunque no pueda compartir su cama.

El juez de Murcia, Ferrín Calamita, no está loco cuando disparata sobre la homosexualidad; pertenece a esa parte de la sociedad aún no jubilada que cree sinceramente que fuera de la heterosexualidad todo es desorden, morbilidad y contagio, sobre todo a los menores.

Da igual lo que digan las leyes porque las variables del amor griego son vicio y perjudiciales para la salud. Creíamos vivir ya en una sociedad permisiva pero se alza el colmo de una madre a quien se niega la custodia de sus dos hijas biológicas acusada de lésbica.

El calvario de esta mujer es que intenta demostrar que no es lesbiana (con su doble descendencia ya ha cumplido con su costado hetero) y huye de la prensa para enfriar su caso ya que otro juez del jurásico podría mantener su separación de las niñas no vaya a ser que la vean besándose con otra.

Estas cosas son las que nos hacen retroceder 30 años en tres días. Pedro Zerolo se ha quedado dormido y a ver como le dan a él y a su marido niños en adopción. Marañón y López Ibor volverían a triunfar tratando la homosexualidad como si fuera la viruela, mediante el acreditado método del aislamiento.

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