Los
neurofisiólogos nos enseñan que un cerebro bien ordenado debe saber olvidar
tanto como recordar porque hay que abrirle espacios selectivos a la memoria.
Aquella asonada la propició el aparentemente imparable terrorismo etarra que
buscaba jefes y oficiales entre sus víctimas y el j miedo de los más
conservadores, a que las Autonomías derivaran en separatismos. Como los
protagonistas del cuartelazo se rindieron sin disparar más tiros que los de la
salva de las Cortes, podría decirse hoy que escribían derecho con renglones
torcidos. El secesionismo se ha ampliado
desde entonces y no se aprovechó el aldabonazo del 23-F para ir más allá de la
LOAPA. Pero con Suárez dimitido ya tenía bastante el pobre Calvo Sotelo con
meternos en la OTAN como para recuperar para el Estado competencias como la Educación o la Sanidad.
Causa vértigo escénico pensar que son legión los españoles que no habían nacido cuando aquella militarada y que de
ella tienen una visión esperpéntica o nula. Es comprensible que hoy sugieran la
abdicación del Rey quienes ignoran
aquella noche en que don Juan Carlos detuvo los tanques a telefonazos y comprometió
la Corona con la defensa de las libertades constitucionales. No tengo esos
libros, pero me gustaría saber que dice del 23-F el material escolar, si es que
reseña algo. Aquellos sucesos no fueron una anécdota ni son hoy el cuento del
abuelito. Es imposible una repetición de aquella fecha, pero los antisistemas,
ácratas, populistas chavistas, nihilistas y todas las hilachas que se les
desprenden a los socialistas sin proyectos y a los comunistas amnésicos , son
más inquietantes que aquel Milán del Bosch que para subir la división blindada
“Maestrazgo” desde Valencia a Madrid tenía que ir repostando en las
gasolineras. En 33 años han cambiado las Fuerzas Armadas hasta poder
denominarlas “El gran mudo”, como a las francesas. Pero ¿cuál habría sido el desenlace
de aquella jornada si en Zarzuela hubiera tenido despacho un Presidente de la
III República?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario