Cuando gobernaba, Felipe González me decía que si negociaba con
Marruecos el estatus de Ceuta y Melilla al día siguiente se encontraría
negociando el archipiélago canario. El expansionismo marroquí hacia el sur le
hizo anexionarse con hostil oportunismo no solo Seguia el Hamra y Río de Oro
sino extender sus pretensiones hasta Mauritania y sostener quedamente que las
Canarias son africanas y marroquíes. La desenvoltura de la política exterior
alauita obedece a su secular alianza preferencial con Estados Unidos. En 1.777
el Sultán fue el primer mandatario en reconocer la independencia de las
colonias inglesas y en 1.783 firmó con EE.UU. un tratado de amistad que debe
ser el decano de los vigentes. Mientras miramos para otro lado Rabat explota
con nuestras instalaciones los yacimientos de fosfatos de Bu Cráa, y su
subsiguiente recuperación de uranio, con Estados Unidos como único cliente, más
pesca, hierro, circonio y hasta arena para construcción. Los fosfatos tienen
una fecha de caducidad de 30 años, y el futuro es el aceite de piedra que yace
bajo el mar. Los propios canarios hacen broma de su calificación de “Islas
afortunadas” porque no tienen agua potable o de regadío ni para energía
hidroeléctrica, sus comunicaciones son caras y subvencionadas y sus hitos
económicos fueron el monocultivo del plátano o el tabaco negro, el del tomate o
la cochinilla (un tinte biológico), el monocultivo de los puertos francos y,
hoy, el del apartamento hotelero. En 1.796 Edward Jenner encontró en las vacas
la vacuna contra la mortífera viruela y se le tuvo por propagador de la
infección. En 1.886 Benz construyó el primer automóvil y se consideró su artefacto como bárbaro y
antinatural. Hoy en Canarias los ecologistas no se preocupan por los petroleros
que nutren de combustible a las islas y
están indignados por la proximidad de yacimientos submarinos ya detectados por
Marruecos. Si fuera una sola bolsa, los moros succionaran la parte que nos
corresponda y Canarias seguirá importando petróleo. El ecologismo guanche.
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