Los calendarios nunca coinciden con los ciclos históricos y el
siglo pasado se inicia con la Gran Guerra de 1.914 finalizando en 1.989 con la
caída del muro de Berlín que conduciría a
la desintegración de la URSS dos años después. La implosión de la
economía de Alemania Oriental era conocida, pero la explosión del proletariado
comunista alemán tomó por sorpresa, como en tantas ocasiones, a los servicios
de información occidentales. El muro no fue derribado en una contingencia feliz
de la guerra fría sino que cayó solo como si el hormigón hubiera transmutado en
papel ensopado. El periodista germano oriental Markus Wolf, organizador de la
Stasi, la mejor agencia secreta comunista, reconoce en sus memorias que hace 25
años se podía masticar el ambiente pero
que nadie supuso una estampida humana de los beneficiarios del socialismo real.
Fue la constatación empírica del fracaso del marxismo-leninismo y la evaporación de la utopía del
advenimiento del hombre comunista, espécimen nuevo surgido de la guerra de
clases. Como el pensamiento no delinque y hay teóricos que siguen sosteniendo
que el marxismo es una metodología científica de transformación social, el
comunismo se ha reproducido después de un cuarto de siglo bajo denominaciones vergonzantes.
Cuando Pol Pot solo disponía de una minúscula guerrilla de Jemeres Rojos en
Camboya visitó al Primer Ministro chino Chou en-lai en busca de apoyo. El
finísimo Chou le aconsejó: “No utilicéis nunca la palabra comunista”. El cambio
de sistema camboyano dio en uno de los atroces genocidios del pasado siglo. En
el Cono Sur americano con ese indefinido proyecto del socialismo del siglo XXI
o en España, el nuevo comunismo opta por la variante trotskista del “entrísmo”
penetrando democráticamente en las instituciones para destruirlas desde dentro:
caballo de Troya que sociedades fatigadas pueden acabar comprando ilusionadas y
engañadas. El muro de Berlín no fue una empalizada para protegerse de enemigos
exteriores sino para evitar que los parias de la tierra huyeran hacia el infierno capitalista. La
nostalgia del muro augura pesadillas.
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