En el teatro Lola Membribes de Buenos Aires
comienza hoy el congreso nacional del Partido Justicialista sin la presencia en
el país de la ex presidenta Isabel Perón, la viuda de Juan Domingo Perón. La
convención deberá elegir la fórmula presidencial peronista para las elecciones
de octubre que, salvo un previsible terremoto político interno, encabezará
Ítalo Argentino Lúder.
Lúder fue
presidente del Senado y presidente provisional de la nación durante una breve
enfermedad de los nervios de la entonces presidenta María Estela Martínez de
Perón (su nombre oficial, por más que la calle la llame siempre Isabelita o
Isabel Perón). Es abogado, conciliador, atildado y mesurado. De él se espera que
pueda captar los votos de los cinco millones de argentinos que ejercerán por
primera vez el sufragio y la franja de electorado indeciso que abomina de la
cara gangsteril del segmento más poderoso -el sindical- del peronismo.En mayor
medida que en el Partido Radical (el gran antagonista del justicialismo), la
batalla previa al congreso nacional justicialista se ha centrado con
exclusividad en el reparto de las precandidaturas, llegándose a la violencia
del congreso bonaerense que enfrentó a Iglesias y Cafiero. Lo indiscutible del
liderazgo de Raúl Alfonsín restó dramatismo a las elecciones internas radicales
y permitió que el candidato presidencial iniciara con tiempo un llamado a la
solidaridad y al regeneracionismo de la sociedad argentina, con algunas propuestas
para sacar al país de su atolladero.
Pero todos
los prolegómenos de este congreso han sido una gresca entre políticos y
sindicalistas, entre verticalistas y hasta ultraverticalistas y partidarios del
mandato de las bases, entre fracciones que siguen a caudillos, entre el
peronismo de Buenos Aires y el del interior. Toda una teoría magistral del
"quítate tú que me pongo yo", comprensible en un movimiento poco
estructurado como partido y sujeto a fuertes impulsos emocionales.
El caso es
que la discusión congresual justicialista no versa sobre programas políticos,
sino sobre personas y reparto de cuotas de poder, para dar satisfacción a cada
baldosa del mosaico peronista; todo ello enrarecido por los inescrutables
pensamientos de la jefa espiritual del movimiento, veraneante en Fuengirola.
La fórmula ganadora
Sea como
fuere, el recuento de delegados da por segura la elección de la fórmula
Lúder-Bittel, con una ligerísima posibilidad de que se Hegue a cuestionar el
nombre del candidato a la vicepresidencia. Pero Deolindo Felipe Bittel como
vicepresidente del partido tiene muchos resortes en la mano para evitar su
improbable defenestración.Pero, en definitiva, lo que sorprende al observador
extranjero es la polarización emocional y personal de los procesos electorales.
La deuda externa, el futuro del país en el concierto de las naciones tras la
guerra de las Malvinas, las responsabilidades por la represión política y por
la subversión económica, la hiperinflación, el desmantelamiento industrial, la
reconstrucción de las Fuerzas Armadas, el divorcio, la patria potestad en manos
del padre, etcétera, parece que no interesaran a los congresistas del peronismo
que hoy elegirán al hombre (Lúder) con mayores posibilidades de presidir a
finales de diciembre los destinos de esta maltratada nación. Aunque, por
supuesto, ya no habrá peronazo, ya no serán los peronistas como
antaño "la mitad más uno del país".
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