El presidente argentino, teniente general
Reynaldo Bignone, firmó en la tarde del viernes el decreto que indulta a María
Estela Martínez de Perón de la inhabilitación a perpetuidad para ejercer cargos
públicos que pesaba sobre ella, como pena añadida a su condena de siete años de
prisión por malversación de fondos públicos.
Las
reacciones han sido controvertidas. Para el justicialismo, el indulto sobre la
inhabilitación no es suficiente. Se pretende la nulidad de aquel proceso para
restañar la imagen cambiada del partido. Los ultraverticalistas se quejan de lo
tardío de la medida, que impidió aIsabelita presidir el congreso
peronista. Para líderes centristas, el indulto es "una faceta de ese gran
papelón que es el proceso de reorganización nacional".
El caso es
que entre el escaso fervor popular que rodeó el congreso justicialista, la
mínima presión partidaria para el regreso de Isabel y este indulto, que ni de
lejos lava la reputación moral de la ex presidenta, colocan la reedición de la operación
retorno a los pies de los caballos. No es de extrañar el desencanto de
la ex mandataria, cada día más alejada de un regreso triunfal.
Aunque es
cierto que la política argentina vuelve por sus viejos fueros y fantasmas, y
aunque es predecible un nuevo triunfo peronista, el fervor por Isabelita es
un tanto relativo. De ella se respeta que pasó cinco años en una cárcel dorada,
mientras otros levantaban fortunas, pero no es el personaje carismático que
arrastra a las masas. En un movimiento tan sentimental como el peronista
siempre tendrá el crédito el viuda de,pero hasta ahí llega su
poder.
Los
argentinos están en otras cosas. Lúder, candidato peronista, ha descartado la
posibilidad de cogobierno provisional, gane quien gane las elecciones, entre
radicales y justicialistas en el ínterin del 30 de octubre al 1 de enero, en
que los militares entregarán el poder.
Y los
militares han comenzado su repliegue hacia los cuarteles. La Junta Militar ha
ordenado la dimisión de todos los oficiales jefes que ostentan cargos públicos.
Será un repliegue militar que pasará a la historia, teniendo en cuenta que
hasta los canales de la televisión están regidos por soldados. Quienes por
razones de fuerza mayor e interés nacional tengan que seguir ostentando sus
puestos deberán abandonarlos imperativamente 48 horas antes de las elecciones.
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