Hasta las 16.00 horas de hoy (nueve de la noche,
hora peninsular española) no está previsto la reanudación del congreso nacional
justicialista, dejado en suspenso por 24 horas el sábado pasado poco después de
su iniciación. A primera hora de la tarde del sábado, el congreso inició sus trabajos
al alcanzar quórum la asamblea, pese a la ausencia de los 235
delegados de la provincia de Buenos Aires y de la delegación de Salta, también
sometida a intervención judicial.Pero la ausencia de los bonaerenses -un tercio
del congreso- aconsejó finalmente la moratoria hasta hoy, en espera de una
decisión inminente de la justicia electoral o de un pacto político entre las
partes enfrentadas.
El fin de
semana fue un continuo y febril trajín de negociaciones cruzadas
infructuosamente. En principio, una embajada de la dirección del partido
ofreció a Antonio Cafiero una cartera "muy importante" pero sin
definir, en el futuro Gobierno peronista, a cambio de su renuncia en el pleito
bonaerense frente al populista Herminio Iglesias. Cafiero se negó con el argumento
de que él y sus seguidores pretenden "un peronismo de ideas, y no de
caciques".
Se puso en
marcha otra negociación más alambicada y en la que se reunirían otros intereses
y ambiciones colaterales, al conflicto de Buenos Aires: Sustituir a Bittel por
Cafiero en la candidatura vicepresidencial, con lo que se cuestionaría el
ascenso, por primera vez, de un hombre de los sindicatos como Lorenzo Miguel, a
la vicepresidencia del partido.
La
nominación de Ítalo Lúder es tan indiscutible que su servicio de prensa ya ha
distribuido su biografía como candidato presidencial. La más inestable
candidatura de Deolindo Bittel, como segundo en la fórmula peronista, tiene, no
obstante, notable fuerza. El peronismo del interior exige estar representado en
la vicepresidencia y Bittel es el caudillo de El Chaco; Bittel cuenta, además,
con el apoyo sindical. En su contra tiene los celos africanos del resto del
caudillaje interior y, hasta ahora, la ausencia de los 235 delegados
bonaerenses.
En la
mañana del domingo la sensación imperante entre los delegados peronistas que
entran y salen de las interminables reuniones que se celebran en los hoteles
aledaños a la calle Corrientes, era que la justicia electoral levantaría de
inmediato la hibernación de los delegados bonaerenses de Iglesias y que Cafiero
accedería finalmente a "una renuncia histórica" en pro de la unidad
peronista con o sin aceptación de cargos en el futuro e hipotético gobierno.
Todo en
este ínterin es contingente y conjeturable, menos el deterioro de imagen sufrido
por los peronistas; o, mejor escrito: la resurrección del recuerdo de sus
viejos y caóticos antagonismos internos, que les impidieron gobernar
ordenadamente en el pasado.
Encontronazos verbales
Por lo
demás, no más allá de 1.000 peronistas, con sus bombos a cuestas, esperaban el
sábado frente al Lola Membribes, donde se representa el musical Annie, las
deliberaciones del congreso con mucho vocerío sincopado de "¡el congreso
no decide, si Isabel no preside!" y sin mayores incidentes que algún
encontronazo verbal. Las deliberaciones son a puerta cerrada y la Prensa sólo
tiene acceso a un gabinete informativo, a 200 metros del teatro.El presumible
programa peronista se centraría, someramente, en un fortalecimiento del poder
sindical con sindicatos únicos, la supresión de la figura de los comandantes en
jefe de cada arma, el abandono de la doctrina militar de "seguridad
nacional"rechazo de la ley de autoamnistía, nacionalización de depósitos
bancarios y mayor acercamiento a Latinoamérica y países no alineados.
Finalmente,
un informe de la Fuerza Aérea estima que, respecto a España, un gobierno
peronista anudaría lazos con Alianza Popular, mientras los radicales
encontrarían comprensión en el PSOE y la socialdemocracia europea.
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