21/11/13

ARTUR MAS HACIA SU MARTIROLOGIO (21-11-2013)

En los primeros nubarrones de nuestra ominosa guerra civil (la última de las muchas que hemos tenido) el general Goded se hizo fácilmente con las Baleares y, recibiendo noticia de que los anarquistas hacían fracasar la rebelión en Barcelona, tomó un hidroavión rumbo a la incertidumbre de la Ciudad Condal. El mismo día de su llegada se rindió por radio ante la desproporción de fuerzas. En el buque-prisión “Uruguay” le formaron consejo de guerra sumarísimo siendo en justicia condenado a muerte. Camino del castillo de Montjuich un guardia civil de escolta le golpeó inadvertidamente con la culata del fusil: ”Cuidado que todavía  soy general”. Fue una ignominia que permitieran a una turba bajar a los fosos para presenciar la ejecución. La última voluntad del reo fue un cigarrillo, pero no lo fumó sino que dejó crecer tiesa la ceniza para demostrar que no le temblaba la mano. Cuatro años después bajaba al mismo foso Lluis Companys quien pidió descalzarse para morir pisando con los pies desnudos tierra catalana. Refugiado en la Francia ocupada por los nazis su hija, intentó llevárselo a México pero no quiso abandonar a otro hijo internado en París con un problema cerebral, cayendo en manos de la Gestapo. Décadas después el alcalde barcelonés, José María de Porcioles, visitó a Franco como peticionario: “Excelencia, los barceloneses miran hacia Montjuich con prevención, como algo amenazante; ¿por qué no le regala el castillo a la ciudad?”.  Como siempre el general no dijo nada pero al día siguiente ordenó a su Ministro del Ejército que transfiriera la fortaleza a la ciudad. Hicieron un parque. Sé que los juicios de intenciones son una grosería intelectual, pero resulta irresistible contemplar a Artur Mas y no advertir su acusada pose de la estatua que aspira a ser tras alcanzar alguna suerte de martirologio. José María Aznar es tan obvio que hay quien no le entiende cuando pide aplicar la ley al que la vulnere. Eso para Mas  es anticuado, pasado de moda y desfasado, tal como el vestuario y el peinado del Molt Honorable. Lamentando la frustración de sus aspiraciones a los altares sacrificiales nadie va a meter en la cárcel a Artur Mas, a menos que le sorprendan in fraganti con la pistola humeante en la mano, como nadie va a ponerle una mano encima a menos que sea uno de esos Mossos de Esquadra que la tienen demasiado larga. Jamás se repetirá la parafernalia cainita de los fosos de Montjuich y lo peor que le puede ocurrir al hombre que quería ser estatua es la vergonzante entrega de su despacho al delegado del Gobierno. En el colmo de la maldad podríamos obsequiar a Mas con una confortable villa en Tarragona, por ser la provincia catalana menos secesionista. No habrá estatua aunque eyecte heroicamente el mentón. Ni siquiera bajorrelieve.

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