Un escribidor necesitado de
acumular obra redactó una pseudonovela histórica sobre nuestra transición política
(“Francomoribundia”) trayendo el título
por los cabellos de la “Automoribundia” del genial y olvidado Ramón Gómez de la
Serna. El PSOE, aún más que los comunistas, padece desde l.975 una
francomoribundia, enfermedad infantil del progresísmo. A Mussolini sus
fanáticos le robaron la cabeza en la tumba de su pueblo, y del camposanto
porteño de La Chacarita se llevaron las manos de Perón, lo que demuestra que
ciertos muertos no descansan en ninguna parte. El padecimiento oportunista de nuestros socialistas
incluye una trampa saducea: nosotros señalamos la tumba del dictador pero no
hacemos absolutamente nada. Si el Partido Popular se encela y cae en el cepo
diremos que han entrado a saco en el Valle de los Caídos para borrar las
huellas históricas del franquismo del que descienden y darse un baño de la
democracia que no practican, entreteniendo al populacho. Si no hacen nada y
dejan Cuelgamuros como está, argüiremos que quieren conservar la simbología de
la dictadura de la que son hijos privilegiados. Lo que no harán los socialistas
(“Juntacadáveres”, de Onetti) con esta pamema es comprometerse a nada, ni bueno
ni malo, aunque lleven décadas gobernando España absolutamente. La losa de
siete toneladas la tiene que levantar el PP porque Zapatero no disponía de
gatos hidraúlicos o no encontró empatía con el Abad, vaya usted a saber.
Creíamos que Odón Elorza no podía sorprendernos, pero nos ha cogido de perfil
expulsando a Franco de la basílica y tolerando un lugar digno para José Antonio
Primo de Rivera, fundador del italianizante fascismo español, ante el que el
general no fue intelectualmente otra cosa que un militarote. ¿Dónde habrá
estudiado Odón Elorza los prolegómenos de la guerra civil en los que el jefe
falangista urgía a Franco a sublevarse y el general Mola (“El director”)
tildaba al futuro Caudillo de “Miss Canarias l.936” por su incomprometida
volubilidad en la conspiración?.
Estos mendicantes históricos hasta ignoran que fue Emilio Mola
quien urdió la asonada (dio la órden del”l7 a las l7”), habiendo sido director
general de Seguridad de la República y alzándose con la bandera tricolor que le
arrebataron los requetés. La solución reside en la sabiduría benedictina:
correr el Altar principal hasta encriptar las tumbas en discordia, si es que
los sepulcros pueden ser piedras de escándalo.
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