En I.943 el general Gualberto Villarroel tomó el poder en Bolivia
con el apoyo revolucionario de obreros y campesinos y el propósito de
recomponer un país destrozado. En tres años avanzó la modernización de la
minería, puso honradez en las finanzas públicas, acabó con gabelas y
regalías,recortó el gasto público e intentó convencer a sus connacionales que
los impuestos no eran unas abusivas exacciones de los extraterrestres del lago
Titicaca. Turbas encabezadas por mineros bajaron hasta el hondón de La Paz,
penetraron en el Palacio de Gobierno, sacaron en vilo a Villarroel, le
ahorcaron en la primera farola, saliendo a la derecha, y dejaron en pavesas la
sede gubernamental que ahora se llama Palacio Quemado. El general, hombre de honor,
reformista y regeneracionista, no había hecho otra cosa que cumplir su palabra,
su proyecto y su programa. Al menos años más tarde, vergonzantemente, colocaron
una plaquita conmemorativa en el farol que le sirvió de patíbulo.
Si el Presidente Mariano Rajoy hubiera cumplido fielmente el
programa electoral de su partido, las masas, y con razón, le habrían colgado ,los
suyos y los adversarios, de cualquier pino de La Moncloa, y no le habrían
puesto ni placa. Con todo lo que ha ocurrido en estos dos años y el sensor de
las encuestas parece que no hay ánimos de ponerle al Presidente la corbata de
cáñamo. Tras la parálisis de Zapatero, la impavidez de Pedro Solbes y los
pío-pío de Elena Salgado, convertimos a la prima de riesgo en un miembro más de
la familia, y hasta el propio Rubalcaba tuvo por seguro nuestro rescate o
intervención, de los que aún no se han podido librar griegos, portugueses y
chipriotas. Con la España dejada en todo a cien por Zapatero, en el cantil del
abísmo financiero y obligado a todas las medidas impopulares, lo de Rajoy es
una heroicidad política, y llevada con discreción, sin machadas ni salidas de
tono. No miramos a los vecinos y no queremos saber de las austeridades que
sufre Portugal o de las extravagancias socialistas que el Presidente Hollande está perpetrando sobre
Francia. Ni con mayoría absoluta se hace lo que se quiere, sino lo que te
dejan. Luego escribes las vergonzosas memorias que ahora nos están sirviendo.
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