El cabeza de cartel Artur Mas, compendio de todos los defectos y
atavismos de los españolazos, no hubiera resistido el rigorismo formal de la
Constitución republicaba de 1.931. Artículo 17: “En las regiones autónomas no
se podrá regular ninuga materia con diferencia de trato entre los naturales del
país y los demás españoles”. Artículo 20:”El Gobierno de la República podrá
dictar Reglamentos para la ejecución de sus leyes, aún en los casos en que esta
ejecución corresponda a las autoridades regionales”. Artículo 21:”El derecho
del Estado español prevalece sobre el de las regiones autónomas en todo lo que
no esté atribuido a la exclusiva competencia de éstas en sus respectivos
Estatutos”. Solo estas líneas de los constituyentes republicanos disipan el
teosófico derecho a decidir del nuevo secesionismo que se disfraza con el
derecho a la autodeterminación. Manuel Azaña llegó a escribir que aceptaría la
independencia catalana si ello hacía feliz a sus habitantes, y fue un tronante
defensor del Estatut frente a un Ortega y Gasset que sabiamente solo aspiraba a
que España conllevara con paciencia el artificioso “problema catalán”. La
República se blindó ante el sentimentalísmo radical catalán, pero Azaña terminó
la guerra acusando a la Generalitat de no haber querido defender la causa
republicana a la que debía sus libertades. Mas, el libertador, obvia ,como si
no existiera la segunda Constitución que reconoce con largueza derechos
catalanes, pero aunque la del 78 es verbalmente menos rigorista que la del 31,
reserva en exclusiva para el Estado las consultas plebiscitarias. Pero el
extraño caudillo catalanista es corredor de obstáculos y se salta las
Constituciones de dos en dos. Por ello el de Mas es un viaje a ninguna parte,
perdiéndose sin sionísmo en Israel o tras las huellas de un Gandhi que
desconoce. El día de la partición de la India el Mahatma no salió de su casa en
señal de luto porque era un convencido unionísta. Tampoco la suya fue una senda
de paz sino de “satyagraja”, una
resistencia pasiva que su gran amigo León Tolstoi interpretaría como
“anarquísmo cristiano”.
Nota Bene: Las últimas encuestas dan a la bolsa de gatos de
partidos independentístas escoceses un 29% de intención de voto. Aún es pronto,
queda un año para la consulta y la campaña no ha empezado en serio. Lo
subyugante es que el 47% de ingleses y galeses estiman que lo mejor que puede
hacer Escocia es irse sola a hacer puñetas.
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