13/3/84

La Iglesia católica argentina critica por primera vez la actitud laica del Gobierno de Raúl Alfonsín (13-3-1984)

La Iglesia católica argentina comienza a medir las distancias que la han separado de los centros de decisión gubernamental, tras unos meses de silencio. Aunque Raúl Alfonsín es católico, se le reprocha que el día que tomó posesión de su cargo como presidente sustituyera el tradicional tedéum en la catedral metropolitana por una función de gala en el teatro Colón, y que en su entorno de colaboradores proliferen agnósticos e incluso ateos confesos, cuyas actuales esposas sólo lo son ante los jueces paraguayos o uruguayos.

Las primeras quejas expresas de los obispos se han centrado en la política cultural de los radicales y la supresión de la censura cinetriatográfica. Carlos Gorostiza (hermano de la actriz Analía Gadé), secretario de Estado de Cultura, ha despertado apocalípticas críticas episcopales al declarar su intención de financiar el cine argentino con los impuestos recaudados por la exhibición de cine porno. "No se puede financiar la cultura con la pornografia", le han replicado. Mayor importancia tienen las menciones, todavía veladas, sobre el silencio de la Iglesia católica argentina durante los años de la guerra sucia, la tortura y la muerte. El escritor Ernesto Sábato, que preside la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas, ya ha denunciado ese silencio eclesial, doblemente culpable dada la influencia de la jerarquía católica en el país: una palabra de la Iglesia hubiera detenido la matanza y la tortura. Ni siquiera el Ejército argentino, cuyos oficiales deben profesar por ley la fe católica, hubiera osado enfrentarse a la Conferencia Episcopal.

Sacerdotes en las prisiones

Por el contrario, la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas ha recabado pruebas sobre la presencia de sacerdotes en los centros clandestinos de detención, para impartir socorro espiritual a las víctimas de la picana eléctrica. Finalmente, la política radical de apoyo a las reivindicaciones de la mujer (el voto femenino e decisivo en la derrota peronista) es temida por la jerarquía eclesiástica como posible camino a una ley de divorcio. En materia de costumbres, el radicalismo argentino es notablemente conservador, y la policía reprime a los muchachos que piden la legalización de la marihuana.

Pero la escritora María Elena Walsh y otras dos destacadas feministas han logrado del Gobierno radical algo probablemente sin precedentes en el mundo: una hora diaria en el canal de televisión del Estado. Su programa, La cigarra, expone el punto de vista feminista sobre todos los problemas del país.

Raúl Alfonsín acaba de anunciar, además, el envío al Congreso de un proyecto de ley equiparando los derechos de los hijos legítimos e ilegítimos y otorgando a las mujeres la patria potestad compartida con los padres, todavía únicos detentadores del derecho, aun cuando contrajeran ,segundos o terceros matrimonios civiles fuera del país.

Son los problemas ante los que la Iglesia católica argentina ha empezado, con admonitorios carraspeos, a recuperar la voz.

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