A las 17.36 horas de ayer
(hora uruguaya, cuatro horas más en España), el general Líber Seregni abandonó
en libertad la Jefatura de Policía de Montevideo, en el centro de la ciudad,
donde ha permanecido recluido siete años y medio. Durante la mañana, los
montevideanos habían recibido informaciones cruzadas y escasamente fiables
sobre la liberación del general, y sólo se confiaba en que fuera puesto en
libertad hoy, martes, que es cuando celebra su sesión -junto a los viernes- el
tribunal militar que le condenó.No obstante la larga espera, un puñado de
personas se agolpaban en la parte trasera del edificio policial al olor de los
autos, de las radioemisoras y las cadenas de televisión, y casi bloquearon la
salida del coche del general.
Seregni abandonó su
cautiverio en un brasilero blanco -un automóvil de importación brasileña
de la policía, conducido por una funcionaria, acompañada en el asiento
delantero por otra funcionaria. Atrás, Seregni, con pantalones gris verdosos y
chaqueta marrón, flanqueado por otros dos policías en mangas de camisa.
Abriendo paso, un wolksvagen escarabajo, con los dos defensores de Seregni y
otro funcionario policial.
El general, de un
sorprendente parecido físico con el teniente general Videla, primer presidente
de la barbarie militar argentina, apareció tal cual le retratan las fotograrías
de hace ocho años, juvenil y distendido. Una mínima caravana de coches con periodistas
le acompañó hasta su domicilio, en el cruce de bulevar Artigas con bulevar
España, adelantándose, retrasándose, con los profesionales sacando medio cuerpo
por la ventanilla para filmar, fotografiar o intentar aproximar un micrófono.
La llegada a su casa está
generando -a las ocho de la tarde montevideana, -hora de transmitir esta
crónica- un caos circulatorio desconocido desde los años de la acción tupamara. Montevideo es una
ciudad de parque automovilístico antiguo y sin excesivas posibilidades económicas
para derrochar gasolina. Antes del golpe militar de 1973, cuando se producía
algún embotellamiento de tráfico, los automovilistas ya sabían que los tupas
estaban procediendo a algún secuestro, dado el caos vial. Ayer, el cruce frente
a la casa de Seregni, a las dos horas de su libe ración, estaba ya
entorpeciendo el tráfico en todo el microcentro de la ciudad.
Ensordece la fiesta de
cláxones, y los conductores de los autobuses detienen sus vehículos en la
calzada y bajan a la acera a aplaudir hacia el balcón. Al transmitir esta
información, sobre un millar de personas, la mayoría llorando a lágrima viva,
vocean hasta la ronquera el "Seregni, amigo, el pueblo está contigo",
o el "Olé, olé, olá, olá, el pueblo está en la calle esperando al
general".
El general, que apenas ha
podido entrar en su casa, entre abrazos, besos y achuchones, ha salido
repetidas veces al balcón de su vivienda, en un tercer piso, en mangas de
camisa, primero tomado de la mano de su mujer, Lily, y luego acompañado de sus
hijas y de sus abogados. Aproximadamente, cada cinco minutos sale a la pequeña
balconada para recibir el homenaje de sus conciudadanos.
La inmensa mayoría de los
concentrados frente a su casa son menores de 30 años, pero ya comienzan a
intentar aproximarse hacia las inmediaciones colapsadas autos de importación de
la clase media alta, que agitan banderas uruguayas.
Lances de honor
Radio Búsqueda, Sarandi,
Montecarlo o CX30 transmiten en directo la noticia a todo el país. Seregni
libre. Libre el único general del Cono Sur que defendió la Constitución de su
pueblo y, acaso para la pequeña historia, el último duelista del siglo XX. El
último lance de honor celebrado en Uruguay, (donde el duelo no sólo está
permitido, sino reglamentado por el Código Penal) se llevó a cabo entre el
general Ribas y Seregni, a pistola y a dos cargas, en 1971 y sin que ninguno
acertara al otro. Ribas había tildado a - Seregni de traidor a la patria por
encabezar políticamente un frente izquierdista, y el general ayer liberado le
mandó los padrinos.Seregni está en libertad completa, aunque no puede ni elegir
ni presentarse como candidato. Puede, no obstante, hacer proselitismo político,
circular libremente por el país o salir al extranjero si lo desea. Su pena de
14 años no ha sido reducida, sino dada por satisfecha. Y el general no ha
tenido que firmar su condena primigenia. Con su firma o sin ella, han decidido
ponerle en la calle.
Sus allegados, en la familia
o en la política, le preparan una conferencia de prensa para dentro de 24 horas
y dos manifestaciones populares para dentro de 72. Pero probablemente la pasada
noche el general no habrá podido dormir ante la vigilia que espontáneamente le
ha deparado Montevideo. Seregni es algo especial y absolutamente atípico en el
Cono Sur. Fue un general brillante en su profesión y querido entre los civiles
y entre los jóvenes. Gastaba muchas de sus madrugadas en reunirse con
escritores, poetas, artistas. Contrariamente a la media de sus conmilitones, es
culto, y a su pase a retiro no abrió un boliche -bar- con sus ahorros, sino que fundó
una empresa de asistencia a las telecomunicaciones. Jamás fue entendido por sus
camaradas, y todavía hijos, de sus más directos compañeros comentan en
Montevideo:«Mi padre se murió diciendo: me voy sin saber si Seregni es
comunista". Otros no le perdonan que cuando estaba en actividad y aún no
había intervenido en política cumpliera las órdenes recibidas y desalojara a
palos la Universidad de Montevideo.
Sea como fuere, nadie puede
negarle el haber pagado el precio de su coherencia. El caso es que el preso
político más distinguido de América Latina, sin una gota de sangre en sus
manos, ha sido liberado y que Montevideo saltó esta noche a los sones del
"Seregni,amigo, el pueblo está contigo".
En declaraciones a radio EL
PAIS, Seregni dirigió un mensaje expresando su profundo reconocimiento
"por la solidaridad internacional, que tanto ha hecho por nuestra patria y
nuestra libertad" y agregó: "Salgo más viejo, pero más firme en los
ideales y con el firme propósito de coadyuvar a la recuperación democrática de
nuestro país".
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