A las nueve de la noche de
ayer (dos de la madrugada de hoy, hora peninsular), el presidente Raúl Alfonsín
se dirigió al país por radio y televisión para anunciar los detalles de la
economía de guerra que intentará extraer a la nación del pozo de un índice
oficial inflacionario del 1% al día. Tras el presidente tenía previsto tomar la
palabra el ministro de Economía, Juan Vital Sourroulle, un técnico
extrapartidario, para enumerar los aspectos terroríficos de esta cirugía de
caballo: sustitución del peso argentino por el austral; supresión de tres ceros
a la moneda; congelación de precios, salarios y tarifas por un mínimo de 60
días, y firme y público compromiso del poder ejecutivo de no volver a emitir
moneda para sufragar el déficit público.
Buenos Aires ha quedado
conmocionada, especialmente por cuanto en un país en el que parecía impoble
guardar el menor secreto, se desconoció hasta el jueves el proyecto
gubernamental elaborado en el más absoluto de los sigilos. Desde ayer hasta el
martes o miércoles próximos -aún no está decidida la apertura de las oficinas-
han sido declarados festivos en la banca para evitar una masiva retirada de
fondos y la conversión de los pesos antiguos en dólares estadounidenses. Aun
así, el jueves, el dólar
negro trepó violentamente un
30% en 24 horas alcanzando la cotización récord de 1.055 pesos por dólar.El
plan económico del Gobierno radical, que se ajusta peligrosamente al apellido
del partido regido por Raúl Alfonsín, trata de reducir a cero y por decreto una
inflación diaria del 1% y, acumulada, de más del 1.000% anual. El tratamiento
de choque será tal que exigirá la muerte del peso argentino vigente desde la
colonia. Durante algunas semanas permanecerán vigentes los actuales pesos
almacenados en el banco central, que serán puestos en circulación sellados con
su nuevo valor; paulatinamente entraran en circulación los nuevos australes, ya
impresos desde hace un mes. El Gobierno tiene tal interés en el cambio de la
moneda que los pesos se cambiarán cada día, desde el martes, perdiendo un punto
por jornada. Se espera que en 90 días haya desaparecido de la circulación el
histórico peso.
Estados Unidos, informado
El Gobierno asumirá el
compromiso de no emitir más papel moneda, reduciendo la inflación a, cero y
eliminando la indexación de la economía (incremento mensual de los pagos
aplazados). Se había previsto un tipo de cambio liberado, pero con precio
fijado. Para afrontar el retiro masivo de divisas el Tesoro estadounidense
-previamente informado y conforme con este plan de economía de guerra- aportaría los fondos en dólares
precisos para evitar un colapso financiero. Las tasas de interés quedarán
fijadas entre un 2% y un 4%, y precios, salarios y tarifas serán congelados
entre 60 y 90 días. Sólo se respetará el aumento mensual de salarios de junio que
asciende a un 22,59%.
En un principio la nueva
moneda argentina fue bautizada como patacán austral (patacán fue una moneda
colonial de plata) pero el propio Alfonsín redujo su nominación al apellido
para significar el carácter periférico del país y su interés en los
archípiélagos australes, la Patagonia y la Antártida. Desde la próxima semana
un dólar estadounidense valdrá 0,80 australes. Un plan complementarlo acordará
antes de 90 días la inevitable reducción del gasto público exigida por el Fondo
Monetario Internacional (FMI). No obstante se sabe que el Gobierno se resistirá
a despidos en la Administración.
El país, agolpado a las
puertas de los bancos cerrados, permanece estupefacto a la espera del mensaje
presidencial: sencillamente nadie creía en el valor moral de la acosada
presidencia para llevar la anunciada economía
de guerra hasta estas
últimas consecuencias. La reacción de las diferentes fuerzas políticas y
sociales, de los sindicatos, es variada. Nadie discute el propósito de no
seguir emitiendo papel moneda, aunque se duda de que pueda ser cumplido.
Los sindicatos y las fuerzas
de izquierda extraparlamentaria reprochan al Gobierno haberse plegado a los
dictados del Fondo Monetario Internacional a costa del hambre del pueblo.
Empero, la sensación generalizada de la calle es de alivio, pese a la seguridad
de que los tiempos que vienen serán de estrechez y penurias obligadas.
El ciudadano medio argentino
terminó de entender la pesadilla económica desatada por la hiperinflación
cuando en los periódicos comenzaron a aparecer anuncios ofreciendo la
devolución íntegra del precio de un automóvil en 90 días si se compraba en
efectivo y al contado.
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