M. P.Raúl Ricardo Alfonsín parece la última esperanza salvadora
pero siempre accesible y familiar. Con 59 años, casado, con cuatro hijos y con
nietos, este abogado pueblerino de Chascomús (en las cercanías de Buenos Aires)
no ha hecho otra cosa en su vida que política, Y, habiéndola hecho en la
Argentina, no se le conoce ni la propiedad familiar de un automóvil.
Es ciclotímico y
-afirman- proclive a la depresión, y su mayor debilidad estriba en ser amigo de
sus amigos, hasta tolerarles -supuestamente- lo que no se permitiría a sí
mismo. Alcanzó el Gobierno de una República hundida en todos sus frentes: siete
años de dictadura militar, 30.000 desaparecidos en la guerra sucia contra la
subversión, vaciamiento económico, 48.000 millones de dólares estadounidenses
de deuda externa, derrota militar en las Malvinas...
En 18 meses de gobierno, con un partido dividido por los
personalismos, con la oposición destruida en reinos de taifas, con una
inflación del 1 % diario y la moral del país cuestionándose la viabilidad de
Argentina como nación, recuperó el crédito internacional perdido; se enfrentó a
su propia izquierda negándose a romper con el Fondo Monetario Internacional;
selló la paz con Chile por el diferendo del canal del Beagle; procesó por
decreto personal a tres ex presidentes de la República y a sus seis triunviros
de junta militar; superó mediante la justicia civil una rebelión soterrada del
más alto tribunal castrense, que se negaba a enjuiciar a sus pares; cercenó el
presupuesto militar, y, tras dilatadas navegaciones por las esferas de la
inflación, sus orígenes y sus remedios, salió al balcón de Perón en la Casa
Rosada para prometer a sus conciudadanos una economía de guerra, llevada
drásticamente a la práctica con congelación de precios, salarios y tarifas,
reforma monetaria, cambio fijo del dólar estadounidense, paralización de la
máquina de hacer dinero, ahorro obligatorio y penalizaciones financieras para
quienes abandonen el país.
Pese a las
torpezas de su partido, de sus amigos, de la oposición, de los sindicatos; pese
a la pobreza generalizada y la economía de guerra; pese a que nadie repite ya
esa trivialidad de que "¡Dios es argentino!"; pese a la profunda
desesperación nacional -acaso por todo ello-, mejorará sus resultados
electorales en las legislativas parciales de noviembre.
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