Una firme defensa del principio antiinflacionario que inspira el Plan Austral y
el pago de la deuda externa, caracterizaron el discurso del presidente argentino
Raúl Alfonsín en la noche del pasado jueves. Su ministro de Economía,
Sourroulle, anunció importantes privatizaciones de empresas estatales
siderúrgicas y petroquímicas.Después de la cuarta huelga general organizada por
la peronista Confederación General del Trabajo (CGT) en dos años de democracia,
la expectación era máxima ante los anuncios del Gobierno sobre la segunda parte
de su plan de economía de guerra implementado hace siete meses.
Alfonsín hizo un discurso político destacando los éxitos, indudables,
del Plan Austral, y el hecho de que la inflación había sido estrangulada para
la salvación del país, y que si no se hubieran adoptado hace siete meses las
draconianas medidas de congelación económica la República Argentina se hubiera
despeñado por las simas de la hiperinflación.
El presidente replicó duramente a la CGT y a su líder, Saúl
Ubaldini, defendiendo la política gubernamental sobre el pago de la deuda
externa (unos 50.000 millones de dólares). La CGT, haciendo bandera del
presidente peruano, Alan García, a quien se quiere contraponer con Alfonsín por
su dureza ante el Fondo Monetario Internacional, estima que la decadencia
económica argentina proviene del pago de la deuda externa que está esquilmando
las depauperadas arcas del país.
Alfonsín preguntó a sus conciudadanos si existía alguna nación que
se hubiera negado abiertamente a pagar sus deudas exteriores. Y fulminó a sus
críticos recordándoles las consecuencias inmediatas que para Argentina
supondría el impago de la deuda. Las tesis del presidente Alfonsín sobre la
deuda externa han sido siempre claras y firmes: hay que pagarla y Argentina
debe mantenerse dentro del sistema económico occidental.
Alfonsín, en suma, dejó establecido que su Gobierno continúa
firmemente atrincherado en la lucha contra la inflación y que resistirá las
fuertes presiones sindicales sobre subidas salariales e impago de la deuda
externa. En un momento de su alocución, radiotelevisada por cadena nacional, un
técnico sobreimpresionó sobre su voz un tramo de la canción de Joan Manuel
Serrat El sur
también existe. El incidente ha sido zanjado
oficialmente atribuyéndolo a un error.
La filosofía del presidente
A continuación, el ministro de Economía, Juan Vital Sourroulle,
leyó la letra de la filosofía presidencial: sometimiento de la inflación,
crecimiento con estabilidad, privatización de empresas siderúrgicas y
petroquímicas de propiedad estatal por 8.000 millones de dólares, créditos para
las exportaciones, rebajas en las retenciones impositivas por la venta de
productos agropecuarios, préstamos para modernizar la industria y destino
integral de los fondos logrados por las privatizaciones para la potenciación de
la industria manufacturera.La política de desarrollo de la vivienda será la
clave de la reactivación económica, y el Gobierno mantiene su voluntad de no
imprimir más moneda durante 1986 para sufragar el déficit público. En
definitiva, Sourroulle, que goza de la absoluta confianza del presidente, no ha
prometido otra cosa que continuar su economía de guerra, austera,
lineal y obviamente lesiva para los asalariados.
A favor del ministro juega el que la ciudadanía ha comprendido los
beneficios de la contención inflacionaria a toda costa -por primera en muchos
años el crédito regresa a la vida cotidiana-, y en su demérito debe
contabilizarse el que el control sobre los salarios ha sido mucho más efectivo
que el control sobre los precios.
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