El movimiento Madres de la
Plaza de Mayo ha evidenciado sus primeros síntomas de división interna. En las
elecciones anuales por la dirección se enfrentaron dos listas: las presididas
por Hebe de Bonafini, anterior titular, y por la vicepresidenta, María Adela
Antokoletz. La lista de Antokoletz fue retirada aduciendo defectos de forma en
los trámites electorales, y Bonafini resultó elegida sin oposición.Junto a
Antokoletz objeta la dirección del movimiento al menos la mitad de las madres
que formaron el movimiento y se enfrentaron durante los peores años de la
represión a la dictadura militar en solitario, insultadas y zaheridas,
secuestradas y muertas en algunos casos, reclamando por sus hijos
desaparecidos.
La facción disidente de Hebe
de Bonafini, cuya biografía acaba de ser publicada en Buenos Aires, la acusa de
autoritarismo y, vagamente, de intransigencia política. Hebe, sin lugar a
dudas, ha sido la Madre
Corajede los argentinos, llevando a aquel pequeño y valeroso grupo de
mujeres tildadas por el Gobierno militar de locas
de la Plaza de Mayohasta el movimiento de las madres de proyección y solvencia
internacional.
Empero, Bonafini, con dos
hijos y una nuera desaparecidos, ha desarrollado una línea de trabajo
voluntarista y maximalista -inobjetable desde la moral, la ética y la justicia,
aunque políticamente reprochable-, que la llevó a enfrentarse seriamente con el
presidente Alfonsín, con su propia vicepresidenta y con abuelas de Plaza de Mayo, dedicadas exclusivamente a rescatar a
sus nietos en poder de torturadores y a encontrar datos sobre la suerte sufrida
por sus deudos, sin hacer discusiones políticas sobre lo sucedido en el país.
Así, madres y abuelas se enfrentaron recientemente cuando
las primeras impidieron la exhumación de nuevos cadáveres N.N. en enterramientos clandestinos. Las
madres exigían una aclaración judicial sobre los cadáveres a desenterrar (quién
los había matado, quién los ordenó enterrar, etcétera); las abuelas sólo
pretendían aliviar sus dudas identificando restos familiares.
Una mujer irreprochable
La propia línea disidente de
la ex vicepresidenta Antokoletz, pese a la impugnación de las elecciones
internas y las críticas subyacentes, pone énfasis en que su disputa no va
contra Hebe de Bonafini, mujer irreprochable a la que sólo cabría amonestar por
un exceso de indignación. Sin embargo, ya es indudable lo que hace meses era
predecible: que vistos los principales juicios sobre la barbarie militar y con
dos años de rodaje democrático, las
madres de la Plaza de Mayoentrarán en alguna suerte de crisis.La filosoria
de Hebe de Bonafini tiene la dureza de la simplicidad del diamante: queremos
que nos devuelvan a nuestros hijos desaparecidos, que, legalmente, deben estar
con vida, y si están muertos, queremos que se nos diga dónde están sus cuerpos,
quién los asesinó y cuándo van a ser juzgados individualmente sus verdugos. La
política no es tan sencilla, ni exacta, ni moral, y ya está comenzando a
dividir a la conciencia moral de los argentinos: las madres y abuelas de la
Plaza de Mayo.
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