Angel Carromero, ex dirigente de las juventudes del PP, condenado
en cuba por homicidio imprudente cumpliendo pena en España con un grillete
telemático, ha denunciado que el accidente automovilístico en el que perdió la
vida el líder anticastrista Oswaldo Paya fuè un asesinato político, embestido
el coche en que viajaban y llegado vivo a un hospital. Instancias
gubernamentales estadounidenses reclaman una
revisión neutral del caso y reprochan a España distraerse para salvar a
Carromero. Se olvida que Paya, nieto de emigrantes, también poseía la
nacionalidad española, que no fue adecuadamente atendida. Paya no era un
“gusano” al uso según la nomenclatura revolucionaría ni un agente del “Exilium
Tremens” de Miami: era un militante cristiano y de ahí su peligro para la
monarquía comunista de los hermanos Castro. Presidia un movimiento de
reconciliación nacional que incluía a la burocracia oficial, sin represalias para nadie, amnistía
y elecciones libres, trasunto de la transición española. Adolfo Suarez intento
convencer a Fidel Castro: “mira, yo era el jefe de la Falange y del Movimiento
de Franco. Convoque elecciones libres y
la gane”. Fidel escucho en silencio y replico mosqueado: “¿y si las pierdo?”.
Contra eso no podía Paya y su propuesta cristiana de reconciliación resultaba
más irritante que el “bloqueo” que no es tal salvo para la propaganda victimista.
Paya era vicepresidente de honor (no quiso exiliarse) de la Internacional
Democrática de Centro, premio Sajarov a los derechos Humanos del Parlamento
Europeo y candidato oficial en cinco ocasiones al Nobel de la paz. La denuncia
de Carromero merece que se mueva un juez de guardia en Madrid, al menos para
estudiar la verosimilitud del ejemplar régimen al que se ha acogido nuestro
cómico de la legua Willy Toledo. Si hay sospecha de que los servicios cubanos
han asesinado a un español, y con testigo de cargo, hay que reabrir el caso.
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