La Presidenta argentina
Cristina Fernández padece ataques de antiespañolismo dignos de Oriol Junquera,
solo aliviados por la presencia de Baltasar Garzón al que terminaremos pidiendo
socorro. La viuda de Kichner ha fracasado en su reforma constitucional
(chavista) para multiplicar sus mandatos y ha salido despeinada de las recientes
legislativas ante otro peronista, Sergio Massa, alcalde de El Tigre pueblecito
turístico de palafitos en el delta del Paraná. Aunque bien es cierto que todos
los justicialistas son cuña de la misma madera. La última es que tras expoliar
a REPSOL la Presidenta se ha asociado con la estadounidense “ Chevron “ para
explotar los yacimientos andinos de Vaca Muerta dejando al bueno de Brufau
afeitado y sin visitas. En una Asamblea de las Naciones Unidas la señora K
cortó el paso a David Cameron y le puso al pecho un sobre con la
reivindicación por las Islas Malvinas.
El Primer Ministro británico ni tocó el mandado ni a la mandadera, dio un paso
al costado y siguió su camino. La de la señora es la diplomacia del herrador de
caballos. En 1982 la Royal Navy se concentró ante Gibraltar camino de la Isla
de Ascensión y sus Falklands Island sin que España emitiera una nota de afecto
para nuestros primos hermanos. Es más: buceadores de combate argentinos fueron
detenidos en Algeciras cuando buscaban algún objetivo inglés que flotara.
Leopoldo Calvo Sotelo fue tajante en el Congreso:”Las Malvinas son un conflicto
distinto y distante”. Ahora necesitamos una gauchada ( favor ) de Argentina que
es un miembro rotatorio del Consejo de Seguridad. Ése voto, de quince miembros,
nos lo van a cobrar más caro que toda la plata que navegó desde el Alto
Perú por el Río de la Plata. Dada la
herida malvinense el Gobierno argentino votará nuestras tesis llegado el caso,
pero para normalizar nuestras relaciones con Buenos Aires ( que han prohibido
hasta nuestro jamón) habrá que esperar a que se jubile la cleptocracia de la
Dinastía Kirchner y sus esquizoides patriadas contra España.
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