La cortina de humo es el
más pequeño ardid de la táctica militar. Solo sirve para retirar de la línea un
pelotón o para que otros pocos hombres se arrastren hasta una alambrada con el
enemigo preavisado. Voceros de la retaguardia de izquierdas explican que la legalidad
que el Gobierno quiere aplicar sobre Gibraltar es una cortina de humo para
ocultar el caso Bárcenas. Pues emplean poco humo o Luis Candelas está
engordando hechuras porque sus asuntos
no abandonan las primeras páginas y se dejara de especular sobre él
“ad calendas graecas” o cuando se enfríe
el infierno. Cortinas y cortinillas hay muchas. La de Artur Mas y la
independencia catalana para distraer su
quiebra y su mediocridad política parece una cortina de cretona o aquellos
telones de hierro que había en los teatros como cortafuegos por si ardía la
utilería, El inefable Picardo, ese andaluz conserje principal de Gibraltar,
hunde en aguas de Algeciras cubos de concreto con pinchos para romper las redes
españolas como cortina de humo para introducir tensión diplomática entre dos
países socios en la Unión Europea y la OTAN. Para subsistir 300 años los
llanitos siempre han vivido del humo. Los enamorados del humo que provoca el
“casus belli” proponen que ante la
visita de una flotilla de la Royal Navy teníamos que enviar al “Príncipe de
Asturias”. No iba a caber en la bahía tanto cascarón naval, y el “Príncipe”
esta en desguace y el “ Rey Juan Carlos “ en armamento y navegabilidad. El
portaaeronaves “Ilustrius” es una lata de sardinas volantes, del 82, y
será bien recibido en Rota, base española. De todo el humo el más
descacharrante es el militar cuando el submarino nuclear” Tireless” se repara
por enésima vez en Gibraltar donde habita más que en el Reino Unido. Cortina de
humo es nuestra mano de obra en el Peñón y el trapicheo de droga y tabaco como
medio legítimo de vida. Y gran humareda la de los que tildan de franquistas a
quienes pretenden cumplir la ley vigente. Para distinguidos andaluces el humo
oculta el carrito de la jueza Alaya.
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