26/8/13

LA DISCONTINUIDAD CON GIBRALTAR (26-8-2013)

Antes que estallara la crisis de los mamotretos de cemento erizados de ferralla intenté con mi médica cruzar turísticamente a Gibraltar. Al ver nuestros documentos el guardia civil se puso jocoso:”Por nosotros, adelante, pero le apuesto lo que quiera a que la chica no pasa”. Extrañados seguimos andando hasta la garita peñonera donde un Bobby de guardarropía nos detuvo con cerrado acento andaluz:”La mujer no puede entrar”. Como acostumbro, hice el ridículo intentando explicar lo obvio:”La doctora es de nacionalidad española y lleva el pasaporte de la Unión Europea”.”Da lo mismo; aquí pone que es nacida en la ciudad de La Banda, provincia de Santiago del Estero, República Argentina. No tiene paso”. Hacía años de la guerra por las Islas Malvinas y Londres con Buenos Aires habían reestablecido relaciones diplomáticas plenas pero asistíamos a la flagrante ilegalidad de que un policía gibraltareño vetara a una española por haber nacido en el fin del mundo y como si estuviera en busca y captura internacional. Mi médica se mustió disipados sus sueños de arrasar “Mark&Spencer “, té inglés y” Harrod´s”; regresamos a Algeciras convencidos por los hechos que aplicar la Ley del Peñón es tan frustrante como patrocinar una pasarela de lencería en la Meca. El incidente fue mínimo, pero revelador de lo atrabiliaria que puede ser una piedra.

Muchos años antes pasé una larga tarde en casa de Fernando María Castiella, a la sazón Ministro de Asuntos Exteriores de Franco, en la que en un interminable monólogo me explicó su teoría sobre la recuperación de Gibraltar con tanta pasión que no me extrañó que sus propios colegas le llamaran:”El Ministro del Asunto Exterior”. A Castiella, un demócratacristiano sin democracia, no le faltaba razón en una cosa: que con Gibraltar no teníamos ninguna frontera ni puesto aduanero, y que lo de la verja era un paripé virtual, como diríamos hoy. Sostenía Castiella que mientras las colonias del siglo XIX se quedaron en el mismo sitio durante la descolonización del XX, salvo rectificaciones fronterizas en Estados artificiales, la colonia gibraltareña es una cosa que se mueve y expande, avanza sobre el istmo, establece aguas juridiccionales  (concepto inexsistente para el Tratado de Ütretch) y alarga su pista de aterrizaje ampliando su espacio aéreo. Por aquella época de desarrollo turístico se había creado en Santa Cruz de Tenerife una playa artificial con arenas del Sahara español (Seguía el Hamra y Río de Oro ) cuando el proyecto comenzó a moverse ominosamente al nacer de sus huevas millones de escorpiones africanos. Hubo que embarcarlos con topadoras y arrojarlos a alta mar. Castiella era el biólogo que intentaba detener los extraños movimientos cortándoles el riego sanguíneo. Incluso se llegó a considerar la instalación de aerostatos cautivos en la Línea de la Concepción para dificultar el tráfico aéreo, pero se desistió so pena de una catástrofe. El Penón quedó semiaislado, tuvo que optar por Tánger como puerto de referencia y captó mano de obra marroquí. Falló Laureano López-Rodó, Ministro- Comisario del Plan de Desarrollo, que no pudo acabar con el paro en el Campo de Gibraltar, ni dar empleo a los miles de españoles que trabajaban para los llanitos. Tal como ahora mismo, Castiella fue un hombre singular que como jovencísimo catedrático de Derecho Internacional, se alistó como raso en la división250 de la Wermacht luchando en el frente de Leningrado tras jurar lealtad al Fhürer. Sabía hasta de la inutilidad militar del Peñón. En Crimea, la inexpugnable fortaleza de Sebastopol, había sido tomada en dos días por el General von Manstein, lo que le valió el mariscalato. En la entrevista Hitler-Franco en Hendaya se explicó la logística  de la toma de la Roca mediante artillería pesada que cerrara sus bocas de fuego y comandos que asaltaran las galerías excavadas. No se trataba de un sitio sino de un golpe de mano que convertiría el Mediterráneo en un lago nazi. Hay que admitir que Franco tuvo valor diciéndole que no al amo de Europa, con pretextos de gallego. El intelectual falangista, Antonio Tovar, bilingüe en alemán e intérprete de Franco, relató que Hitler, mirando al vacío, barbotó:” Ésta es la hora de obedecer”. Winston Churchill trasmitió a nuestro Embajador que si no entrábamos en guerra  el Reino Unido devolvería Gibraltar. El Duque de Alba emprendió el peligroso vuelo a Madrid, entre el avispero de cazas alemanes e ingleses, para dar cuenta a Franco del recado, al que áquel contestó:”Que se lo pongan por escrito”. El Dictador ya había certificado que Gibraltar no valía una guerra, y hasta los más hostiles historiadores reconocen que le hizo un gran favor al Reino Unido. Luego dejó languidecer la doctrina Castiella( excepto para la propaganda) hasta que la desolló Felipe González abriendo la verja y reconociendo tácitamente nuestra tercera frontera propia del pensamiento mágico de Fernando Morán(un socialista utópico) y Moratinos, un hedonista del Tercer Mundo. A cuenta de la Guerra por Las Malvinas, Gibraltar fue el punto de encuentro y partida de la fuerzas de tareas británicas, que habían requisado en el Mediterráneo hasta los cruceros de placer. Un equipo de buceadores de combate argentinos nos metió por la valija de “Aerolíneas Argentinas” su parafernalia  y minas magnéticas para golpear desde Algeciras cualquier cosa que flotara bajo la Unión Jack. Aún se ignora si fueron detectados por la inteligencia británica o española, pero fueron detenidos y re enviados a Buenos Aires para no crear problemas. Otro buen favor rematado por el efímero Presidente Calvo Sotelo diciendo en Cortes que Las Malvinas y Gibraltar eran conflictos distantes y distintos. Poco después me encontraba en Buenos Aires con un Adolfo Suárez encolerizado por la actitud mansueta de su delfín. Para Suárez no podíamos alinearnos con la dictadura del Teniente  General Leopoldo Fortunato Galtieri  (en Argentina son obligados dos nombres porque solo tiene validez el apellido paterno)pero tampoco podíamos ser completamente ajenos al destino de un archipiélago austral que perteneció al Virreynato español del Río de la Plata. Más atenciones.

Inglaterra sabe que España nunca ha tenido una política interpartidista sobre Gibraltar y que solo hacemos la rana, de salto en salto, e incluso de régimen en régimen. Si se hubiera incluido en la Transición la doctrina de Castiella hoy Gibraltar le saldría tan caro a Londres como Las Malvinas, pero sin expectativas de gas y petróleo. Pero en el PSOE gobernante se llegó a hablar que la entrega a Marruecos de Ceuta y Melilla, y Olivenza a Portugal, crearían una inercia geopolítica que nos devolverán Gibraltar. El recreo que quiere desmontar el Ministro García-Margallo será efectivo si tiene continuidad más allá del PP, si se calla Trinidad Jimenéz, gran experta internacional, si se cierra el chiringuito financiero y fiscal y se acaba con el punto negro gaditano de paro europeo. Gibraltar puede ser una base hispano-británica y hasta los monos de la Roca pueden tener el pasaporte británico de la UE como el que rechazaban a mi médica. Picardo es un picapleitos becado en Oxford y de abuela española. Podríamos darle nuestra nacionalidad. Y la siembra de dados de concretos es como la playicie de alacranes santacruceñas. Ya lo titulaba, precisamente Shakespeare:” Mucho ruido y pocas nueces”

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