Dios primero confunde a los que quieren perder y algo habremos
hecho mal porque desde Estrasburgo nos tiene en la neblina. Cunde a quienes
prefieren perder y seguro que algo
habremos hecho mal porque desde Estrasburgo nos tiene en la neblina. El único
canonizado en vida de que tengamos noticia fue San Dimas, reconociendo a Cristo,
y aún el buen ladrón vio su alma limpia antes de cumplir por expiración su pena
romana de cruz. Y aunque le oremos seguimos teniéndole por afanador de
propiedades ajenas. Un cuñado mío argentino, abogado (allí doctor), y hoy juez
por designio político en la Cámara del Crimen, frecuentaba los juzgados y las
Seccionales de la Policía Federal para aliviar a sus clientes de antecedentes
judiciales y prontuarios policiales. Pero continúas siendo un asesino o un
terrorista aunque se quemen los archivos porque la marca de Caín es indeleble.
Eso de la confesión de los pecados, el
dolor del corazón y el propósito de la enmienda, parecen propios de víctimas de
la LOGSE, y basta el cumplimiento recortado
de las penas en la pensión completa y gratuita del Estado para emerger
renacido de las aguas de ese Jordán. Se sufre mucho en las cárceles. Sin
necesidad de recordar lo que padecieron y padecen los asesinados y mutilados, y
sus parientes, se puede también advertir el dolor de tantos inocentes que viven
extramuros. Las responsabilidades morales y sus consecuencias semánticas no prescriben ni con el óbito y
solo las redime una larga vida de santidad. Un ser humano es lo que es, pero
también lo que pudo ser y no fue, y sus deudos nunca podrán llenar en sus vidas
el vacío de ese paréntesis truncado. Así la cadena perpetua se reserva para las
víctimas. Hasta Robert Oppenheimer, que no cometió delito alguno, falleció
atormentado por su contribución a la primera bomba nuclear. Del terrorismo ya
no recordamos cuando los velorios se hacían a puerta cerrada y se sacaban los
féretros por las traseras entre el
murmullo acobardado de “Por algo será”. Hubo que esperar a José María Aznar
para reunir a las víctimas en el salón de los Pasos Perdidos del Congreso y
rendirles público reconocimiento. En democracia no hemos tenido otro colectivo
más desasistido y hasta reprobado como rencoroso ariete al servicio de la
derecha. Son muchos los que no han matado pero no han tenido caridad. Los de
ayer sí que fueron los santos inocentes.
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