Charles P. Kindleberger fue uno de los mejores historiadores de las
finanzas mundiales y su libro ”Manías,
pánicos y cracs” es un clásico que nos enseña que las crisis financieras duran
una media de diez años, con lo que si hay viento en las velas nos habremos
sacado la mugre hacia el 2.018. La cuestión no reside tanto en la larga espera
sino en la constatación de que se están cerrando las heridas macroeconómicas
como en Irlanda y no como en Grecia. Como el Gobierno ha sorteado el rescate
para el que Rubalcaba tendía su mano, hoy se le pueden perdonar y entender las
alegrías del ministro Montoro sobre salarios y picarésca en el desempleo. Las
estadísticas mienten siempre y lo indiscutible es que este Gobierno en su
ecuador ha garantizado la relativa soberanía económica española en un mundo
global. Quien no ha abandonado la tormenta es la oposición que promete derogar
todas las leyes de la mayoría absoluta del PP y hasta revisar sus propios
acuerdos con el Vaticano, que no se sabe a cuento de que viene. Reeditando el
descalabro de Joaquín Almunia´, el PSOE pretende aliarse con los comunistas que
han renunciado a su afiliación para no asustar a los niños ni a los estudiosos
del siglo XX. Aunque no lo explicíta parece que Rubalcaba da por finiquitado
nuestro bipartidismo imperfecto (con los nacionalísmos, hoy independentismos,
como bisagras) y aspira a recuperar el mando a la italiana, en mayoría
minoritaria de mosaico izquierdista o simplemente progre. Así no es de extrañar
que pese a lo que ha llovido el retrato demoscópico del PP sea favorable. En
política dos años son una eternidad pero parece imposible que en ese tiempo los
socialistas recuperen una mayoría absoluta, y espanta la posibilidad de un
cuadro político a la italiana. El Gobierno tiene bastante suelo y a menos que
se demuestre que Bárcenas es un clon de Mariano Rajoy o que se canonize a los socialistas y
sindicalístas andaluces por su desinteresado amor a la pobreza de los demás, la sensatez del Presidente merecerá un segundo
mandato bien holgado. Cuando la izquierda se rebaja a inventarse una amenazante
extrema derecha es que ya se han olvidado las arrítmias de la prima de riesgo.
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