La celebración del día internacional de la mujer puede inducir a la
melancolía o hasta a la tristeza maligna. Desde la Revolución Francesa la
derrama de derechos humanos ha afectado a las mujeres en forma lenta y rácana y
antes llegó la conciencia universal sobre la abominable esclavitud o la
descolonización en Africa y Asia que la equiparación jurídica dentro de la
misma especie, por encima de la diferencia de género. No es una “boutade”
feminista el que la mujer ha llegado a ser una colonia del varón. La liberación
sustancial de las mujeres se dio hace solo un siglo y no llegó de la mano de la
política, la jurisprudencia, la sociología o el mero humanismo sino de la
ginecología y la farmacopea. El sufragismo hubiera acabado varado en otro
formulismo sin el vertiginoso avance de la higiene sexual femenina. Hoy un
apéndice de Naciones Unidas como la Oficina Internacional del Trabajo cifra en
un 17% la brecha salarial española entre géneros. Eso no se cierra con un
esfuerzo legislativo o un simple decreto ley sino con el funcionamiento
ordinario de la inspección de trabajo. Pero ninguna fuerza política toma en
serio el mandato constituyente contra la discriminación. Aducen los economistas
que la equiparación aumentaría los costes laborales, argumento perverso que
sugiere la bondad de que haya trabajadores masculinos de primera, segunda y
tercera. Mientras no se cumpla el principio elemental de que a trabajo igual,
salario igual, el feminismo permanecerá en un cuello de botella del que solo
salen extravagancias como las despechadas “Femme” nacidas (tenía que ser ) en
la destartalada Ucrania. El palurdo lenguaje políticamente correcto (ciudadanos/ciudadanas/ jóvenes y jóvenas)
ha convertido una atroz segregación en la especie humana en un rifirrafe de
sexos cuando los problemas de las mujeres son los de los hombres. Será buena
noticia la desaparición del día de la mujer y de ese aserto machista de que las
chicas son unos chicos muy raros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario