En el imaginario socialísta Andalucía estaba llamada a ser la
California Española, y podía haberlo sido siendo una falacia la indolencia
morísca de los andaluces y disfrutando de sobrados recursos naturales.
Andalucía no era a finales del pasado siglo tierra de socialistas, y sí de
anarquistas, comunistas, el asesinato selectivo de “La mano negra” y hasta el
cuasi independentismo de Blás Infante. Pero a dos sevillanos, jóvenes y
brillantes, como Felipe González y Alfonso Guerra, no se les escapó que la
segunda Comunidad por tamaño y primera por población tenía que convertirse en
el colchón de votos del PSOE a base de un mimo empalagoso. Primero forzaron su
constitución como Comunidad Histórica, a la par de Cataluña, País Vasco y
Galicia, llegando el juntero provisional, Rafael Escuredo, a una huelga de
hambre, en reclamo de más derechos que Castilla. Aquello y el andalucismo de
café de la dirigencia socialista encontró eco, desplazó a los comunistas y
redujo al Partido Andalucista de Alejandro Rojas Marcos a formación bisagra y
minoritaria. A partir de 1.982 y desde el Gobierno se toco “California
dreaming”, de “The mamas and the papas”, el sueño de Andalucía convertida en la
California española. En 1.992, tras casi diez años de Gobierno socialista, en
Andalucía campeaba el puño y la rosa y una política de subvenciones y
clientelismo sin que el territorio tuviera síntomas de recuperación
californiana. Pero llegó la Expo sevillana y unos gastos faraónicos criticados
hasta por los propios sevillanos. Se vio obligado a dimitir el respetado
catedrático Manuel Olivenza por negarse a firmar facturas en barbecho, y el
ingeniero Pellón acabó a tiempo con aquello entre el incendio del pabellón de
los descubrimientos (el principal) y el naufragio de la réplica de la nao Santa
María. En 1.964 Miguel García de Saez al frente del pabellón español de la
Feria Mundial de Nueva York le hizo más relaciones públicas internacionales al
franquismo con paella, jamón y flamenco que la Expo a la democracia española.
Nunca se sabrá cuanto costó “Curro”, símbolo del evento. La isla hispalense de
La Cartuja fue bautizada como un inmediato Silycon Valley, parque de nuevas
tecnologías y hoy mustia planicie donde crecen los yuyos.
No bastó y, aunque
quedaban por celebrar las Olimpíadas de Barcelona, Felipe González llevó el
primer AVE a Sevilla. Llegó a decir: “O hacemos ahora este tramo de AVE o nunca
tendremos alta velocidad”. Era verdad: nos hubiéramos conformado con enlaces a
Francia y Portugal, y como en Estados Unidos hubiéramos desarrollado el Talgo
(Tren Articulado Ligero Goicoetxea) menos gravoso y de patente española. Hoy
somos el primer país europeo en alta velocidad con gravosos trenes sin
pasajeros, y para cercanías. Pero Sevilla tuvo su Santa Marta y el primer AVE.
En Andalucía se acuñó el despropósito del “Yo trabajo para la PSOE”, como si
fuera una red de chiringuitos, y es innegable que por más de treinta años los
socialistas se desenvolvieron en un populismo regional sin desarrollo económico
sostenible y la gestión judicializada que está a la vista. No es casual que el
PP controle las urbes y el PSOE el agro más populoso. Ya es un axioma que el
poder absoluto corrompe absolutamente. En sus inicios gubernamentales la
dirección socialista tonteo con la idea del inacabable Partido Institucional
Mexicano, el PRI que dejó en herencia un narcoestado. El legado de las Juntas
andaluzas es el mayor desempleo de Europa y nuestro PIB regional más bajo.
Charanga y pandereta que vuelven a las urnas, pero “The mamas and the papas” se han muerto y “California dreaming”
no se dio nunca en Andalucía. Hasta California es un Estado en quiebra.
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