El conejo de Lewis Carroll ilustra a la Alicia del país de las
maravillas: “Lo importante no es el valor de las palabras ; lo importante es
saber quién manda”. La semántica de la formación gaseosa, que no tiene otro
propósito que la ocupación de algún territorio de poder, se diluye del
radicalismo infantiloide de las elecciones europeas a un mensaje neofalangista.
Cosas más raras estamos viendo como que una metrópoli busque su regeneración
política en sus antiguas colonias. Así, Pablo no se suma a la condena europea
de la tiranía venezolana, pero expresa su disgusto por el secuestro militar de
los alcaldes. Algo hemos avanzado. En lo que el discurso del paracaidista
rebelde Chávez, el autobusero Maduro y los intelectuales Iglesias y Monedero,
no cambia ni una coma es en su entendimiento de los medios de comunicación: ”La
libertad de información es un bien público y no debe estar en manos privadas”.
Ergo, el pan, que es la base de la cadena alimenticia, no puede entregarse a
obrajes privados. Hay que nacionalizar las panaderías. La radiotelevisión emite
por concesiones, la Prensa atraviesa la triple crisis financiera, publicitaria
y de cambio de modelo productivo, y es débil, y la galaxia on line es
amordazable como en Cuba, Corea del Norte o Irán. La mano que mece la cuna de
la información domina el mundo y es más poderosa que el sufragio. Pese a sus
alifafes coyunturales y estructurales la libertad de información en España goza
de tanta salud que en ella tienen su asiento hasta los más extravagantes
disparates, y los “podemitas” disfrutan de trato regio en importantes medios.
La máxima de Lenín sigue vigente: “Los capitalistas nos venderán la soga con la
que les vamos a ahorcar”. Que el compañero sentimental de Tania llegue a La
Moncloa es metafísicamente imposible, pero si se diera el contradios tendríamos
“Aló Pablo” en radiocadena. La primera vuelta de “Tuerka” será sobre la
libertad de información.
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