Fuerzas del Ejército
argentino secuestraron el 9 de septiembre de 1976, en La Plata, capital de la
provincia de Buenos Aires, a 10 adolescentes: Francisco López Muntaner (14
años), Alejandra (14), María Claudia Falcone (16), Pablo Alejandro Díaz (17),
Víctor Triviño (16), Horacio Angel Hungaro (17), Emilse Moller (17), Patricia
Miranda (16), Claudio de Hacha (17) y María Clara Clochini (17).Estudiantes
secundarios habían desarrollado una campaña para reclamar un bono especial de
transporte para los autobuses entre Buenos Aires y La Plata. El operativo
militar que los aplastó fue denominado la
noche de los lápices. Sólo regresaron 3 de los 10 muchachos desaparecidos.
El jueves, Pablo Alejandro Díaz testificó en el juicio seguido en Buenos Aires
contra las tres primeras Juntas Militares.
"Yo estaba durmiendo,
siento ruidos, como que golpean la puerta. Al portón grueso le pegan culatazos
( ... ). Los vi y tenían puesto un pasamontañas en la cabeza. Me agarraron y me
tiraron en el piso. Dijeron: 'Ejército argentino".
"Me desnudaron y me
pusieron en un catre. Yo seguía gritando. Me dijeron que me iban a dar una
sesión de tortura para que no me olvidara. Me quemaron los labios. ¡Ah, me
olvidaba!: cuando me llevaron me dijeron que me iban a dar la máquina de la
verdad; yo les pedí que sí, que por favor me llevaran a esa máquina porque
suponía que era una de esas de las películas donde indica si estoy mintiendo.
La máquina era al final la picana". "Se sentía olor a carne quemada
cuando me aplicaban la picana. Me pedían a cada rato que les diera nombres.
Después me atendió un médico; yo le pedí agua, pero me contestó que si me daba
agua iba a reventar".
"Una vez, uno de los
que estaban ahí dijo 'traedme la pinza'. Yo sentí después un tirón en el pie.
El dolor era uno solo, en todo el cuerpo. Me habían sacado una uña".
De una de sus compañeras
secuestradas escuchó: "Se murió, tiradla a los perros".
"No", contestaba otro, "enterradla, se te murió a vos". Los
10 adolescentes eran mantenidos en calzoncillos y bragas en celdas que a veces
contenían 10 centímetros de agua.
De María Clara Clochini
recordó: "Le pidió a uno de los guardias que no la tocara más, que la
matara, pero que no la tocara más. Tenía los ojos tapados con una venda que
sujetaba unos algodones, que con el tiempo olían a podrido".
"Un día, en el pozo de Banfileld (chupadero de la Policía Federal de La Plata), un
guardia humanitario me permitió que fuera por sólo 15 minutos a ver a Claudia
Falcone, la chica con la que más hablaba. Me levantó la venda y pudimos
conversar. Claudia me dijo: 'Gracias, Pablo, por la fuerza que me das`, ya que
yo le dije que se quedara tranquila, que nos iban a soltar porque no éramos
guerrilleros, nosotros no habíamos puesto ninguna bomba. Incluso le hablé de
que cuando saliéramos íbamos a empezar una relación como novios, qué sé yo.
Ella me dijo: 'Pablo, no me toques, porque me han violado".
Ni el fiscal ni los abogados
defensores hicieron preguntas. En la sala se lloraba en silencio.
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