Más de 100.000 personas -un número superior a los concentrados en
la plaza de Mayo el pasado 26 de abril en defensa de la democracia- se
reunieron el jueves frente a la Casa Rosada en protesta por la política
económica del Gobierno, en un acto que indica que la Confederación General del
Trabajo se apresta a capitalizar la oposición, ante la debilidad del peronismo.
La huelga general de 13 horas sólo fue seguida en un 50% en todo el país.
El mes de
movilizaciones ordenadas por la Confederación General del Trabajo (CGT) culminó
en la plaza de Mayo con un acto completamente político y sin la menor
connotación gremial. Fue una concentración peronista, fuertemente apoyada por
la izquierda extraparlamentaria, y que denota que la CGT se apresta a asumir el
papel de oposición al Gobierno ante la debilidad y fragmentación del peronismo
político.La tribuna de oradores levantada de espaldas a la casa del Gobierno
fue ocupada sólo por dos de los cosecretarios generales de la CGT: Osvaldo
Borda y Saúl Ubaldini. Los otros dos cosecretarios, Baldasini y Triaca, quienes
en su testimonio en el juicio de Buenos Aires contra las tres primeras juntas
militares aseguraron desconocer la desaparición de gremialistas durante la
dictadura y afirmaron haber recibido un trato excelente durante su detención
por los militares, no comparecieron en la plaza. Hubiera resultado grotesco
verles guardar el minuto de silencio por los sindicalistas desaparecidos con
que se dio comienzo al acto cegetista.
El líder
cervecero Saúl Ubaldini, el principal orador, no desentonó del carácter
político dado a la campaña de propaganda previa a la concentración. El centro
de Buenos Aires fue tapizado con carteles en los que se ve a un niño desnudo y
famélico con la leyenda de que éste será el precio que Argentina pagará por
satisfacer la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la banca
extranjera. La foto del niño hambriento corresponde a un reportaje sobre la
desnutrición infantil en Tucumán durante el Gobierno de la última Junta
Militar. El Gobierno radical consideró doblemente insultante y falso el cartel
por cuanto ha desarrollado un plan alimentario nacional para erradicar el
hambre infantil en el país de los alimentos.
Ubaldini exigió
que la deuda externa se debata en el Congreso de la nación y arremetió contra
el FMI y los "usureros internacionales". No dio tregua al Gobierno e
insistió en su denostada formulación verbal: "Si no cambian de política
económica, que se vayan".
"En
Argentina", dijo, "no va a haber otro golpe de Estado, pero no porque
no lo quiera el Gobierno, sino porque lo impediríamos los trabajadores".
Contra el presidente Alfonsín fue directo y sarcástico, remedando sus frases:
"Con promesas no se cura, con promesas no se educa, con promesas no se
come...".
Hasta seis veces
se interrumpió su discurso con la marcha peronista -"¡Perón, Perón, qué
grande sos; mi general, cuanto valés!"- antes de ordenar a la multitud que
se dispersara en paz renunciando a la manifestación hasta el Congreso de la
República. El desbordamiento de la plaza de Mayo contrastó con un seguimiento
parcial -un 50% de inasistencia al trabajo- de la huelga general de 13 horas.
La tranquilidad ciudadana fue absoluta, y los 23 detenidos de la jornada lo
fueron en su calidad de carteristas.
La opinión más
extendida entre los analistas políticos argentinos es que con el acto del
jueves el hundimiento gradual del peronismo ha tocado fondo, salvado por la
Confederación General del Trabajo; que Saúl Ubaldini emerge ya como líder
público indiscutible de la CGT -sin brillo público, manda en la sombra Lorenzo
Miguel, jefe de los sindicatos peronistas-, y que lo peor que le podía ocurrir
no ya a Raúl Alfonsín, sino al país, es que los sindicatos levanten la bandera
de la oposición al Gobierno, abandonada por el peronismo político y
parlamentario.
El Gobierno trata
de restar importancia a la concentración cegetista poniendo énfasis en el
relativo fracaso de la huelga general, pero altos funcionarios gubernamentales
no ocultan su preocupación porque el bipartidismo radical-peronista degenere en
un choque radicalismo-sindicalismo.
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