Todos los comienzos tienen
un inicio y más o menos empezamos con el
vil asesinato de García Goena quién casado
Y con dos hijos había
cruzado la frontera por negarse a hacer el servicio militar obligatorio. Le
colocaron una bomba lapa debajo del coche amputándole mortalmente las piernas . No tenía ni la menor relación
con ETA pero los sicarios del Estado, o sus alrededores, le tomaron por un
militante. Su viuda sigue pidiendo
justicia en vano. El juez Javier Gómez de Liaño ( aunque no le guste a Baltasar Garzón) instruyó el terrorífico caso
de Laza y Zabala: Dos ingenuos alevines de ETA
que cayeron como conejitos en manos de algunos policías que se sentían
amparados e impunes. Les hicieron cavar su propia fosa en Alicante para alejar
sus cuerpos del País Vasco, pidieron
confesión y se la negaron, matándoles a tiro tocante en la cabeza. La
autopsia certificó que habían sido largamente torturados, por los apósitos y
vendajes que había sobre las osamentas. Entre Goena y Zabala median Segundo
Marey, veintiocho asesinatos de los GAL, un ministerio del Interior, ( Roldán,
el listo más tonto), los fondos de reptiles, y la locura de los servicios de
seguridad socialista . Empezaron bien: el ministro Ledesma ponía a los
delincuentes a la calle no fuera que sufrieran y la Brigada antiatracos
organizaba los asaltos a las joyerías. Todavía está “el Nani” por aparecer.
Alvarez Cascos es prudente y
clemente. Una mínima parte de la policía
está miserablemente politizada y ha pasado de amparar el crimen a sostener la
villanía política.
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