Prosbocidio no porque
barrite con estridencia ni entre en cacharrería sino porque la mitad de la
inteligencia consiste en reconocer el talento de los demás. La última vez que
nos vimos fue en una cena de gala en Palacio. Protocolo había hecho la fila para el besamano
descomponiéndola a continuación para colocarme delante de Luis María Anson y detrás de Juan Luis
Cebrián. Dije audiblemente:”Parece que
mi destino es estar siempre tras el culo de Cebrián”. Anson me advirtió por las espaldas:” Es que a
estos sitios venimos a encontrarnos a quién no queremos ver”. Sería una broma
malvada de Alberto Aza. El caso es que poco después mis dos colegas ingresaban
a la Real Academia en una especie de nuevo pacto de algunos editores.
Descubrí a Anson, todavía con acento, en un artículo de
José María Pemán. El olvidado polígrafo
gaditano escribía que la eufonía de su apellido le había ayudado en sus
principios y que a Anson le potenciaba la rotundidad del suyo. En su monumental libro sobre Don Juan de
Borbón, Anson se quita el acento
argumentando una genealogía de corsarios ingleses que seguramente será cierta
pero no beneficia su grafía. Lo conocí flaquito y niño sabio dando una
conferencia en el club “Pueblo” sobre Vietnam. Apartó el atril, se acercó al
borde del estrado y con gran teatralidad de brazos y manos habló dos horas sin
mirar un papel, cautivando al auditorio.
El primero de la clase.
No conozco a otro de nuestra generación que haya sido
elefante periodístico: no bebe, no fuma, trabaja los domingos y no creo
que tenga otra debilidad sentimental que
por las mujeres. Desde luego es bastante más feminista que José Luis Rodríguez
Zapatero. Su lealtad para Don Juan de Borbón, de quién fue miembro del Consejo
Privado, le provocó numerosos inconvenientes. Franco lo aborrecía (“Es el mayor enemigo del
Régimen) y creo que le mandaron de corresponsal al Congo para cubrir sus
guerras civiles por ver si se lo comían los negros. Un
artículo titulado: “La monarquía de todos” hizo retirar su diario de los kioscos y a él
le propusieron amablemente procesarle o tomar el camino del exilio. Prefirió
casarse e irse de viaje de novios a Indochina, que tampoco en ésa época era un
destino grato. Escribió notables libros sobre la negritud y, el último, una erudita compilación sobre la poesía
amorosa española. Recita poesía como
quién bebe agua y es un enamorado del teatro.
Como tiene tiempo para
todo, y a lo peor ni siquiera duerme, remodeló los suplementos de su periódico
convirtiéndolos en auténticas revistas y
fue llamado por Guillermo Luca de Tena
para salvar al ABC de una vía financiera en el casco. Anson tuvo una idea audaz: reunir a
empresarios y primeros anunciantes y ofrecerles comprar de golpe el paquete
anual de publicidad a precio fijo, y los convenció, dándole liquidez de ésta manera a su periódico.
Televisa falló por la muerte del Tigre Azcárraga, siendo su hijo contrario a
las inversiones en España. Fundó éste periódico pese haber prometido a la
familia Luca de Tena no poner en marcha
otro.” La Esfera de los libros” edita de
los periodistas Daniel Forcada y Alberto Lardíes el libro:” Anson una vida al
descubierto”; el volumen es necesario
porque parece que el protagonista no quiere escribir sus memorias completas.
Les conté a los autores, una anécdota chusca que probablemente pertenece a la
leyenda urbana. Anson es aficionado a la
parafernalia electrónica que le ha
salvado de numerosas escuchas telefónicas indiscretas. De noche llegaba a su
domicilio con su chófer y un discriminador de frecuencias ubicado en el morro
del auto para evitar atentados; debía estar en tal mal estado (dicen que se lo
proporcionó Interior) que empezaron a batirse las puertas de la casa, se
encendieron y apagaron las luces del chalet y saltaron todas las alarmas mientras los perros
escapaban horrorizados. Si así fuera,
servidumbre del poder.
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