Un amigo, abogado del
Estado, me ilustra que el juez Baltasar Garzón es a la Justicia lo que Belén
Esteban al periodismo de investigación. No deseo ofender a ninguno pero el juez
se ha metido en una gatera donde empieza a dejarse los pelos. No le juzgo ni
menos presumo su culpabilidad pero el circo que se ha montado alrededor de su
comparecencia ante el TS mueve a risa y a llanto. Dicho sea en su honor el
único que ha mantenido la serenidad es Garzón mientras sus apoyos políticos y
mediáticos han dado en el ridículo. En el aquelarre de la Facultad de Medicina
de la Complutense, el fiscal del franquismo Jiménez Villarejo, tío de mi
adorada ministra de Sanidad, ha supuesto que los magistrados del Supremo son
los mismos que ampararon las torturas del franquismo. Aquí cada uno cambia de biografía
como le conviene. Desde el vicepresidente Chávez hasta el vicesecretario Blanco han arrastrado a los magistrados del TS
como geishas por arrozal por atreverse a
tocar a Garzón, cuando la mitad del PSOE lo aborrece por la X que le puso a
González y al partido. Otra vez en el Talmud se escribe:” ¡Hay de la generación
cuyos jueces merecen ser juzgados ¡´´. Se ha gritado a favor del juez el lema :”¡No
pasarán¡” como si Varela y Yagüe
estuvieran en la Ciudad Universitaria. Contrahistoria nostalgia histérica y miedo a lo que no hay.
El guerracivilismo como sistema.
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