Aunque padecía un cáncer de
duodeno la muerte en Salamanca por complicaciones quirúrgicas el catedrático de
Historia Manuel Fernández Álvarez a los 88 años ha sorprendido ésta semana a
los lectores de su ingente obra. Deja un último libro inmediato e imprescindible
en estos tiempos de confusión nacionalista :”España, biografía de una nación “
editada por Espasa, calificada por él mismo como su trabajo más importante y su
legado; una visión completa de la historia española como si fuera el recorrido
de continuo sobre la historia de un ser humano. Lectura obligada para los que
aún creen que España es un mosaico de casualidades y que como nación es contingente, que puede
ser o no ser al vaivén de estatutos
autonómicos. Leyendo a Fernández Álvarez
descubrimos lo obvio: que la España moderna es un todo al menos desde
los Reyes Católicos, y, desde luego, desde Carlos I a quién investigó por todos
los archivos de Europa en una biografía monumental. Alemania o Italia son
naciones-bebé, mientras España es provecta y la nación más vieja del
continente. No es de extrañar que la confusión analfabeta de estos últimos años
proponga echar a los frailes de Yuste y
convertir el monasterio en un Parador Nacional. Algunos se creen que el caserón
extremeño donde el Emperador pescaba carpas y murió de paludismo (eran tierras
de malaria) mientras daba cuerda a su colección de relojes y asistía a misa
desde un ventanuco que comunicaba su alcoba con el altar mayor y hojeaba el
gran retrato de Isabel de Portugal , su esposa y gran amor, es como el Valle de los Caídos que se puede
deshuasar en nombre de la memoria histórica. Que Dios los confunda. No faltarán
mastuerzos que sindique a Fernández Álvarez como un historiador de derechas.
Como escribía Ortega y Gasset hace cincuenta
años ser de derechas o izquierdas es una suerte de hemiplejía intelectual.
Nuestro hombre prefirió la ciencia y
estuvo más en Europa que en los cenáculos madrileños y nunca cayó en el debate
político. Catedrático de Historia Moderna, obtuvo su segundo doctorado Cum
Laude en Bolonia , recibiendo el premio Vittorio Emanuele. Ya en 1976 fundó EL
Colegio Universitario de Zamora y durante 22 años fue director del Departamento
de Historia Moderna de la Universidad de Salamanca, donde formó la principal escuela
de modernistas hispanos. En 1944 fue
designado por unanimidad Profesor hemérito del Colegio Libre de Heméritos lo que no es una
redundancia. Fue autor de treinta y ocho
libros y más de 100 artículos, en su
mayoría sobre la historia de los Austrias en la que fue considerado máxime especialista
a nivel mundial. Salamanca fue su exilio
interior para poder pensar, estudiar y compulsar datos. La figura de Felipe II,
lógicamente ha obsesionado a los hispanistas británicos. Fernández Álvarez repasó todos esos trabajos y los expurgó de
errores, manías, obsesiones, leyendas negras y complejos, en un “Felipe II y su
tiempo” que hasta que no crezca otro como él resulta definitivo. Lo que es
irreparable es la pérdida de éste sabio que dedicó más de cincuenta años al
estudio del siglo XVI español que es el caldero donde se cristalizó como en un
ejercicio de alquimia la nacionalidad española que ahora se discute. En “España,
biografía de una nación” estudio casi póstumo, Fernández Álvarez nos da todos los datos de la historia de un
país que no tiene porqué justificar su nacionalidad después de la Constitución de 78. Todos,
catalanes, vascos y gallegos venimos de mucho más atrás y hemos acometidos
juntos empresas increíbles. El recelo entre españoles es una degeneración
mental fruto de celos de alcoba. El profesor desaparecido no va poniendo placas
tectónicas sobre la historia española, que se van rozando unas a otras
provocando terremotos periódicos, sino que biografía España como un continuo
hasta nuestros días por encima de lo que dictaminen el Tribunal Constitucional
sobre si España es una nación de naciones o un puzle de agravios encontrados .
Es una pérdida irrecuperable; los disolventes tienen ya otro camino libre.
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