28/5/11

JESUS DE POLANCO/UN IMPERIO CON PIES DE PAPEL (28-5-2011)

Mi médica y yo fuimos a recogerle a su hotel porteño en un enero bochornoso del verano austral en que el Río de la Plata escupía vaharadas de humedad sobre Buenos Aires y subía la sensación térmica de 30ª centígrados. La familia Polanco es cardiópata y a Don Jesús le habían quitado el tabaco y, alejado de cualquier deporte, le habían impelido a andar enérgicamente. Le acompañaba el mayor, Ignacio Polanco, y otro de sus hijos varones. Eligió un restaurante distante y, prohibiendo  el  “ tacho  “ ( taxi ), arreamos todos tras él sudando hasta perder el resuello. Acomodados pidió una sola carta y eligió el menú para todos sin darnos opción. A Ignacio, hoy Presidente de PRISA, viéndole con apetito, le espetó: “ ¡ Come, come, que para lo único que vales es para comer ¡“,  con la consiguiente vergüenza ajena de dos extraños como la médica y yo. Derivó a la filosofía empresarial: “Los hijos tienen que heredar los negocios pero no han de ser quienes  los administren. La mejor gerencia es externa a la familia “. Todos hundimos la cabeza en el plato. La cuenta la repasó demoradamente  hasta los decimales de los pesos, encontrando un despreciable error que le perjudicaba, exigiendo su corrección. Guardó la factura.

Comentaba a menudo que cuando se perdiera le buscáramos en Buenos Aires, no por los misterios de la gran ciudad austral sino porque junto a su socio de toda la vida, Pancho González,  allí vendían en sus inicios enciclopedias parando en infectas pensiones para gastar el dinero en agasajar por lo grande a los editores que compraban al por mayor. Los días de invierno particularmente fríos los pasaban en un cineclub de sesión continua,  sólo para calentarse. Le encantaba recordar  aquellos duros  primeros pasos con los que realzaba su falso origen humilde y su cierta condición de hombre hecho a sí mismo. Tras una cena de dos en Madrid y no teniendo yo automóvil se empeñó en dejarme en casa aunque había despedido a su chófer.  Al volante de un  “Mercedes-Benz  “, negro, acaso proveniente de los garajes de Adolf Hitler, me alababa aquel trasto de colección. Me atreví a decirle: “Por qué no te compras un “Mercedes “nuevo?”. Me respondió   “Porque no tengo dinero  “.Y  guardé prudente silencio. Aunque en las reuniones informales  siempre nos daba la tabarra  sexual de que él era capaz de echar cinco  sin sacarla, no era bueno para el hedonismo o la modernidad. Solo a él, en la cima de su poder y fortuna, se le ocurre instalarse en una finca de Valdemorillo,  en lugar de dirigir su imperio  por videoconferencia desde espectaculares  “penthouse“ en Nueva York, Paris y Londres. Quizá  la falta de idiomas o la mentalidad rural de sus ancestros cántabros. No le molestaba la austeridad y trabajaba despachando, a veces innecesariamente, con sus ejecutivos. Temía que le escamotearan información, pero no es una leyenda que  “El País “ lo leyera por la mañana.  Por deferencia se le telefoneaban las noticias importantes, y, de tarde en tarde, se le hacía llegar las copias de algún artículo especial. Los editoriales se acababan tarde y no tengo noticias que haya leído alguno antes de su publicación. La crítica, a veces indecorosa, la hacía al día siguiente.

El doctor Enrique  González  Duro es uno de nuestros más eminentes psiquiatras y ha escrito perfiles psicológicos de personajes como Franco o Juan Ramón Jiménez. Su última obra (“Polanco. El señor de El País”) es tridimensional: una breve biografía del hombre que parece psiquiátricamente temerosa, el avatar del primer periódico del postfranquismo, del  que tiene buena información intestina, y una ordenada crónica de la Transición desde Arias Navarro a José María Aznar. El primero le hizo un gran favor al diario no autorizándolo hasta la muerte del General. De haber salido el diario  antes de 1975 y no en 1976, no hubiera podido pedir democracia y partidos políticos desde su primer número, y el posterior  “Diario 16“  habría alzado antorcha. Trabajamos como forzados para que  “ El País “ saliera a la calle el 25 de Abril de 1976, en el aniversario de  “La revolución de los claveles “; casi una provocación , pero desajustes técnicos postergaron el alumbramiento a  Mayo de 1976. Su promotor fue José Ortega Spottorno, que no era poco inteligente como sugiere el autor, aunque su bonhomía empañara su carácter. Quién no estuvo a la altura de su fama fue Manuel Fraga Iribarne quién creyó que al periódico le sostendría su hombre de confianza, el periodista Carlos Mendo como director. Juan Luis Cebrián  urdió una entrevista para “Gentleman“ con el entonces Embajador en Londres vendiéndose como mejor responsable del periódico y dándole garantías eternas de fidelidad política. Mendo salió por la ventana, Con “El País “ estabilizado Fraga cenaba en el comedor de respeto y sus gritos bajaban por las escaleras hasta  la redacción. “ Usted me ha engañado. Usted me ha traicionado “le vociferaba a Cebrián. Y señalando a Darío Valcárcel:  “Y Usted es un agente del Conde de Motrico “. Todo era cierto. Polanco sólo estaba en primer plano como avalista financiero pero había entendido que aquel papel suponía mucho más que todo el gastado en sus libros.

“PRISA“ sufrió una guerra civil con contraventa de acciones por debajo de la mesa entre quienes querían un diario liberal con Polanco de contable y los que veían inevitable  y conveniente que el editor controlara el periódico  con la condición de defender la monarquía y ni mentar la nacionalización de la Banca. Ganó Polanco   porque tenía más liquidez que el ilustre notario republicano Antonio García Trevijano, bestia negra del PSOE. Enrique Múgica  levaba a la redacción las intoxicaciones contra el granadino. A más de dinero y olfato, Polanco tuvo suerte. Salvó a Ortega Spottorno  de un desliz en  “Alianza Editorial “ y, a cambio, le catapultó a la Presidencia Honoraria de la empresa, pasando él de Consejero-Delegado a Presidente ejecutivo. Recorrió triunfante nuestros despachos:  “Hoy he cambiado de mujer, de trabajo y de casa  “. Se había divorciado generosamente  ( o justamente ) de “ Chispa “, compañera de primeras penurias y madre de sus hijos para unirse a Mari Luz Barreiros, hija del patrón automovilístico del franquismo. “ De ésta mujer estoy seguro porque tiene más dinero que yo “. Siempre rebajaba  su patrimonio.

Tanteando el holding  Cebrían  fracasó con la revista  “El Globo “ y “ Radio El País “, ambos tontamente elitistas, pero Polanco miraba mucho más lejos: negociar un imperio mediático  con el Gobierno socialista aun al precio de que el diario dejara de ser independiente hasta en su mancheta disparando granadas de humo sobre las trapacerías socialistas.

Don Jesús del Gran Poder (para  mí  que fue Alfonso Guerra quién lo bautizó) había tenido terminales en los ministerios de Educación de Franco  y contaba en su nómina con Ministros  iberoamericanos, hasta con el de Defensa chileno, y no iba a ser menos en la democracia  española. Seguí la campaña electoral de Felipe González en el 82 y llegué a escribir que su mensaje era cristiano. También Felipe decía que iba a reponer los cristales de los colegios religiosos. Ni lo uno ni lo otro. En un receso de mi periplo me cogió en la redacción:  “¿ No  estaremos apoyando demasiado a Felipe ? ”. No me dejó contestar: “Tú sigue  así porque éste va a ganar “. Felipe le vendió en tramos y a precio de amigo las acciones del Estado en la SER, sin concurso y a dedo. La televisión le daba miedo y el tiempo le dio la razón post -morten. “La televisión en España es una fábrica de perder dinero “. Alguien lo convenció que un canal de pago sería rentable y cuando se abrió la puja por las privadas Felipe retorció sus propias normas   para darle un canal cerrado, un club de socios, a quién había advertido que  “no hay cojones para negarme a mí una televisión “. Siempre hacía frases como titulares.

El autor sabe mejor que yo  que a veces las enfermedades se manifiestan antes de conocer su etiología. Polanco se quedó muy solo cuando lo abandonó Mari Luz que no estaba hecha para vivir en una finca como la mujer de un torrero a cincuenta kilómetros de Madrid. A su chófer con quién solo hablaba para darle las direcciones le llegó a preguntar que si entendía  a las mujeres, confianza insólita en él. La expansión por Portugal y América era más de escaparate que un proyecto empresarial y financiero sólido. El conglomerado televisivo fue un nudo gordiano con compras extravagantes de fútbol y películas.  Polanco pre enfermo delegó desganadamente en quienes lograron para  “ PRISA “ una deuda de 5.000 millones de euros, el presupuesto de algún país pequeño, acabando con la venta del Grupo a una sociedad estadounidense de capital-riesgo y la caída en picado del valor de sus acciones con el consiguiente detrimento  del patrimonio de la familia propietaria. Aunque los rumores no son noticias circula la especie  de que la Universidad de Harward va a abrir el  aula “Juan Luis Cebrían  para la investigación avanzada de gestión empresarial. Pedro J.Ramírez me comentaba: “Como soy un periodista arrogante jamás se me ocurriría llevar esa arrogancia a la empresa”.  Mirar atrás es melancólico pero el desastre y la desnacionalización de PRISA hubieran corrido otros rumbos menos traumáticos de haber estado al timón Javier Díaz de Polanco, sobrino, huérfano de padre y criado como un hijo por el patrón.  Le fogueó por Iberoamérica en los años de la hiperinflación y estaba a altos cometidos. Finalmente chocó con Cebrían y ahora juega al golf. Cebrían logró hasta dividir a la familia.  Días antes de morir el editor reconoció que ya no tenía ganas de leer “El País “, el gigante con los pies de papel.  Ávido de estima ni siquiera recibió el marquesado de Santillana al que aspiraba  alimentando las Fundaciones de la Reina. Con el Conde de Godó y el Marques  de Luca de Tena, es suficiente.

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