Primero el Presidente
acudió insólitamente al
estreno de “ Mar
adentro ”, del
chileno Amenábar, sobre
el suicidio asistido
de un marino
gallego tetrapléjico, y
meses después, en
el Círculo de
Bellas Artes, dio un público
y efusivo abrazo al
doctor Montes, por
mal nombre “
doctor Muerte “ , y eso bastaba
para entender que
éste hombre incapaz
de resolver los
graves problemas de
su propia familia (situación
que aduce para
su retirada ) estaba
dispuesto a reglamentarnos el
fallecimiento. Eros y
Thanatos. Alfa y
Omega. Zapatero no
puede volver a
León sin dejar
delimitado quienes pueden
nacer y como
hemos de morir
los sobrevivientes. Ni
César llegó a
tanto en su
cénit. El aborto
de las niñas
ya está regulado
y le queda
la barca de
Caronte en la
laguna Estigia con
una moneda bajo
la lengua del
cadáver para el
barquero. No necesita
la muerte que
nadie la revista
de dignidad; lo
civilizado es suprimir
el dolor innecesario y para eso
hace falta dinero
en cuidados paliativos
y no una
ley sobre el
más allá urdida
por una indocumentada
como Leire Pajín.
Tal como con
la Dependencia nos
endosaran una ley
no financiada que
sedará a los
ancianos en los “ boxes “
de las Urgencias.
Abocaremos a los
mismos quebraderos de
cabeza, jurídicos, deontológicos, morales,
que aquejan a
los Países Bajos o
la Confederación Helvética,
que llegan al
turismo suicida por
Internet y la inglesa “ Exit “. Pero
es que aprobar
ésta ley tres
meses antes de
unas elecciones que
pueden poner en
entredicho ocho años
de administración socialista
es un desprecio
por la voluntad
popular. Los hay
que mueren matando.
“ Ave ZP: morituri
te salutan “.
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