Hasta sus más acérrimos adversarios reconocen la integridad del Presidente Rajoy aunque cabildeen sobre
una moción de censura que inutilizada
por la mayoría absoluta siempre tiene la parafernalia irreversible de una
autopsia. Nunca un cagatintas como Bárcenas ha dado para tanto, y los valedores
de las monarquías cubana y norcorena piden ya no solo un mea culpa de Mariano
Rajoy sino su dimisión, la del Gobierno, la disolución de las Cortes y
elecciones generales anticipadas, a ser posible constituyente. Bárcenas como
Antonio Pérez pero con Francisco Correa en el papel de Princesa de Éboli. La
etiología de lo que pasa se encuentra en
la Transición política que legisló en plastilina las elecciones, los partidos,
su democracia interna, su financiación y su control por la sociedad. El ciento
por ciento es una abstracción, pero aquí
se han financiado ilegalmente todos los partidos hasta llegar a la
extravagancia de que el coronel Gadafi sufragaba los gastos del Partido
Socialista Popular del Viejo Profesor, Tierno Galván, Raúl Morodo y el
incombustible José Bono. Lo importante
moralmente no es lo obvio sino en conocer quienes, como” Luis el cabrón”, se
llevaban las uvas a la boca de tres en tres como el ciego del lazarillo de Tormes . Cuando comenzaron a
borbotear las ilegalidades del PSOE Felipe González dio una rueda de Prensa
televisada afirmando que como Secretario General del PSOE no era responsable de
la financiación del partido. Démoslo por bueno. Preguntado sobre si consideraba
dimitir, reflexionó que abandonar el Gobierno con mayoría absoluta no era bueno para el país, y lo convulsionaba. Ejemplarizó
con la dimisión de Adolfo Suárez que solo trajo
crujir de dientes y un golpe de Estado.
Si no se acuerda Rubalcaba que le rememorice Felipe. La crisis en la que
remamos es peor que el tejerazo y olvidamos que por un clavo se perdió una herradura, por una herradura se perdió un caballo, y por un caballo se
perdió un caballero. Luis Bárcenas es el clavo.
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